Sandra Flores, Economista Senior de Macroconsult
Atrás quedaron las épocas en las que el mundo tenía como meta llegar al hambre cero en el año 2030. Ya en el 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) mencionaba que la pandemia de la COVID-19 había agudizado el cumplimiento de la meta y que de no tomarse medidas que enfrenten la desigualdad de acceso de alimentos, la meta no se cumpliría. Sin embargo, el último informe de la FAO, publicado en agosto de 2022, ha incrementado aún más la desesperanza de poder cumplir este objetivo. El hambre en el mundo no se ha ralentizado, sino que ha empezado a incrementar aún más, debido a dos factores extras a la pandemia que han perturbado la cadena de suministros y han afectado los precios de los fertilizantes, los cereales y energía: (i) La guerra entre Rusia y Ucrania; y (ii) los fenómenos climáticos extremos.
De acuerdo con el informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo” (FAO, 2022), en 2021 alrededor de 768 millones de personas en el mundo padecieron hambre, es decir, aproximadamente 46 millones de personas más que en 2020 y 150 millones más que en 2019, siendo África la región del mundo más afectada. Asimismo, de acuerdo con los estimados de la FAO, hacia el año 2030 esta cifra descendería, pero marginalmente, puesto que habría 670 millones de personas que continuarían padeciendo hambre, 8% de la población mundial. Esta cifra sería similar a la reportada en el año 2015, periodo en el cual se estableció la meta de hambre cero. Es decir, la pandemia, los conflictos bélicos y el cambio climático nos habrían llevado de regreso a la situación inicial.
De acuerdo con el informe de la FAO, el Perú tampoco está exento de resultados similares. El informe identificó que al 2021 el Perú contó con 16.6 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, es decir, aproximadamente el 50% de la población peruana tiene escaso acceso a alimentos nutritivos. Cifra alarmante puesto que previo a la pandemia las personas en esta situación eran apenas la mitad (8 millones de personas). Este resultado es preocupante no solo por su incremento en comparación a las cifras prepandemia, sino porque ubica al Perú como el país sudamericano con la inseguridad alimentaria más alta, factor, vinculado, con la situación de pobreza de los últimos años (ver Gráfico 1), la cual, si bien en 2021 se redujo en comparación al 2020, aún se encuentra por encima de los niveles prepandemia.
La crisis actual está afectando seriamente el acceso a la canasta básica de los hogares, el alza de los precios de los alimentos cada vez se empieza a hacer más presente. De acuerdo con el Sistema de Precios y Abastecimiento (SISAP) del Ministerio de Agricultura, entre enero de 2022 y en lo que va de octubre de 2022 el aceite clásico se incrementó en 4%, el arroz corriente en 11%, la azúcar blanca a granel en 11% y el pollo eviscerado, principal fuente de proteína animal presente en la mayoría de los platos peruanos, en aproximadamente 14.6%. Mientras que a finales de enero el precio de esta proteína se encontraba en S/8.83 el Kg, al 24 de octubre su precio es de S/10.12 el Kg. Si bien se espera que para el próximo año las perspectivas inflacionarias comiencen a ceder, su resultado depende del desenvolvimiento internacional, así como de la estabilidad de la coyuntura nacional.
En este contexto, si bien es necesario que el Gobierno continúe aplicando medidas de política para controlar la inflación, se requiere que este genere medidas de crecimiento a través de la promoción de la inversión privada y generación de empleo. Para lo cual es necesario que emita señales de confianza hacia el mercado y disminuya la fuerte y constante inestabilidad política que se vive.