, Analista económico
Varios acontecimientos mundiales se van agregando y vinculando, que están complicando a la economía peruana. Allí están presentes la estanflación planetaria, la contienda cada vez más brusca por la hegemonía, entre EE.UU. y China, la previsible crisis bancaria global, y la mediana probabilidad de un fuerte fenómeno de El Niño en el segundo semestre.
A todo ello se suma la decisión que están tomando los principales países o regiones, para tener una mayor independencia para afrontar contingencias mayores, como serían otra pandemia, ataques cibernéticos, o posibles sanciones de terceros que podrían trabar sus economías.
Ese afán de autonomía, ¡Un ampay me salvo!, es una estrategia que van desarrollando básicamente los poderosos, como EE.UU, China, India y la Unión Europea. No solamente para no depender, en todo lo posible, económicamente de otros, sino también en todo lo relacionado a tecnología, comercio, alimentación, salud y seguridad.
Autonomía no es aislamiento, es la búsqueda de aumentar su influencia para defender sus intereses. Es de igual forma acelerar la innovación local en sectores claves como la energía, la farmacéutica y la tecnología. También es diversificar fuentes de suministro de recursos básicos claves como son los metales.
Asimismo es incentivar con subsidios o preferencias tributarias para conseguir el traslado o nuevas instalaciones de industrias esenciales. Ejemplos son el de la producción de chips y de baterías para autos eléctricos, donde EE.UU. está apostando fuerte para que firmas norteamericanas localizadas en China produzcan localmente. Un gran recambio en la cadena de suministros.
Ese proceso referido de emancipación, acarrea múltiples consecuencias, que rebotan en países menores económicamente, como es el Perú. Nuestro país se verá presionado abierta o disimuladamente por las potencias mundiales. Mantenerse en un equilibrio, sin alinearse con ninguna de las partes, necesita un gobierno competente y hábil, que hoy carecemos.
Algunos mercados de nuestras exportaciones podrían estar en peligro de verse limitadas. Las inversiones se podrían sofrenar aún más de lo que ya está ocurriendo, o incluir condiciones difíciles de rechazar.
Podría haber dificultades para seguir integrándonos comercialmente con otros países, si a otro contendiente no le conviene. Nos podrían obligar a no tratar con tal o cual país, so pena de sanciones de diversa índole.
A nivel global, las autonomías llevan a mayores costos y mayores precios, que son trasladados a la cadena logística y finalmente a los consumidores, fomentando un nivel de inflación alta por más tiempo que los bancos centrales del mundo esperan.
El medio ambiente podría verse damnificado, pues al actuar egoístamente “en defensa” de sus intereses, cada uno destinará menos dinero a la lucha conjunta y relajará sus normas internas para conseguir la mentada autonomía, despreciando la mayor contaminación que ello produzca.
EE.UU. tiene casi olvidado al resto de América por décadas, sólo sigue interesado en los países fronterizos, Canadá y México. Tal descuido es aprovechado, en Sudamérica, por China, Rusia e Irán, atraídos por sus recursos naturales principalmente y para ganar aliados en su rivalidad geopolítica. Brasil, por su tamaño y situación geográfica, es el único que puede aprovecharse del combate por la hegemonía.
¿Se termina la globalización planetaria? ¿Se restringe el multilateralismo? No necesariamente. La globalización es imparable, con el avance tecnológico, especialmente las redes sociales y la inteligencia artificial. El multilateralismo tampoco corre peligro, pero algunas entidades fenecerán o mutarán y otras alianzas se crearán, acorde a los intereses de los más poderosos.
Varios países cuentan o están creando fondos soberanos intangibles de montos sustantivos, utilizables sólo para afrontar calamidades imprevistas, como terremotos, pandemias, conflictos armados o desastres climáticos. Con la guerra Rusia-Ucrania, se observó a varios países europeos, desprevenidos para paliar la crisis energética y de fertilizantes que se desató. Hoy varios países de la Unión Europea están creando esos fondos soberanos.
Históricamente, el Perú ha sufrido de estas desgracias de tanto en tanto. Y entre la ineptitud, la corrupción y la falta de fondos, no se actúa con la debida rapidez para reducir la mortandad, ni apurar la reconstrucción de la infraestructura dañada, que posteriormente pagamos con la tuya y con la mía, con mucha desolación y perjuicio económico.
Ya hemos necesitado de emergencia, vacunas, oxígeno, reparar puentes y caminos, y siempre se llega tarde y mal. La reconstrucción del terremoto en Ica, ocurrido en el 2007, aún tiene secuelas por completar luego de 16 años. Fracaso tras fracaso.