Profesora e Investigadora de la carrera de Administración de la Universidad del Pacífico
El ingreso está relacionado con el consumo de alimentos. Muchos países tercermundistas destinan entre 25 a 40% de su ingreso para alimentarse, de acuerdo a The Economist. La pandemia, la guerra de Rusia con Ucrania y el cambio climático han conllevado a pérdidas de ingreso que pueden evidenciarse en una inseguridad alimentaria que podría conllevar a efectos nefastos en los peruanos hacia fines de este año. Las personas de bajos ingresos son quienes sufrirán más los estragos, ya que podrían emplear hasta 80% de sus ingresos para conseguir alimentos tras la escasez y subida de precios de éstos.
Como ya lo señaló Tewodaj Mogues en el 2020, los más vulnerables, con recursos económicos insuficientes, limitada capacidad de almacenamiento y refrigeración en sus hogares, tenderán, en un escenario más alentador al consumo de cereales, raíces, tubérculos y algunas legumbres y, en un escenario negativo, al reemplazo de calorías más costosas como las frutas y verduras por productos ultra procesados. Esto conllevará a una malnutrición- sobre todo en los niños- traducida en una baja participación en la PEA (población económicamente activa) en un futuro no lejano y en una baja preparación para hacer frente a enfermedades al no tener una debida inmunización alimentaria.
El trueque sirvió como “mercadeo” de alimentos y productos utilitarios como modelo económico sin uso de moneda. Según el analista financiero Henkel García, en la Segunda Guerra Mundial, se usaban los cigarrillos como dinero de intercambio. En el antiguo Perú, las personas intercambiaban productos marinos desde la costa con artículos como el maíz, lana, chuño, quinua, ají, papas, coca y charqui, entre otros, desde la sierra, según indica Mauricio W. Moscoso Rantes. Este método ancestral de pago será una alternativa patente en el Perú ante esta crisis alimentaria devenida de dos fenómenos: la importación de alimentos trascendentales en nuestra canasta básica familiar como lo es el trigo, el maíz amarillo duro y las oleaginosas, y, por otro lado, el incremento de precios ante la escasez de productos frescos de la agricultura familiar, que verán la producción disminuida por la falta de rendimiento de los cultivos ante el alza de precios y escasez de fertilizantes que importamos de Rusia y China, principalmente.
Como lo han registrado diversos medios, este “trueque” de alimentos se ha ido gestado en países como Venezuela y Argentina como respuesta a la caída de poder de compra de sus monedas nacionales y como mecanismo de supervivencia ante la inflación. Le llaman “el trueque del siglo XXI”. Esta forma de comercialización les ha permitido a muchos pobladores vulnerables sortear la crisis, cambiando un paquete de arroz, pasta, aceite u otro, por algún producto alimenticio que se venda por kilo como plátanos o incluso pescado.
¿Volveremos a estas prácticas rudimentarias de intercambio comercial?, todo indica que sí. Buscar una salida para palear una patente crisis alimentaria es tarde. Muchos países ya han realizado planes de prevención al respecto, negociando de Gobierno a Gobierno el tema de fertilizantes. Es una realidad que los países como el nuestro, cuyo desarrollo es incipiente y con poca o nula preparación para afrontar esta recesión, los más desprovistos serán los más afectados.
Al Gobierno peruano se le ve dubitativo respecto a tomar decisiones concretas y firmes en este sentido. El asunto se agrava cuando tenemos un cambio de ministro- carente de especialización comprobada en el agro- en una de las carteras más importantes de un país que es el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI). A pesar del retraso, el Gobierno debe actuar ahora con medidas claras y planificadas respecto a los fertilizantes y también a reforzar los programas de asistencia social liderados por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), así como promover la inversión pública en el país.
Lo que es cierto es que, si el Gobierno peruano no es capaz de dar una respuesta a esta nueva crisis, la gente de a pie sí. Ante la falta de recursos y de trabajo, revivirá el trueque como estrategia de supervivencia a la actual crisis alimentaria, evidenciando un significativo retroceso.