La economía peruana ya ha ingresado, qué duda cabe, a una recesión económica. La recesión es un concepto que define el comportamiento de la producción de bienes y servicios de un país, pero no sus causas ni su gravedad. De acuerdo con este concepto, un país está en una recesión cuando su producción cae por dos trimestres consecutivos. La producción de un país se mide por el Producto Bruto Interno (PBI).
Hay dos métodos para medir la evolución del PBI: a) comparándolo con el trimestre inmediato anterior, o b) comparándolo con el mismo trimestre del año anterior. Ambos métodos tienen sus ventajas y desventajas. Para usar el primer método y comparar el PBI con el trimestre inmediato anterior, hay que usar previamente la técnica de desestacionalización. Como la economía y la producción son estacionales no podemos comparar la producción del primer trimestre de un año con la del último trimestre del año anterior, por ejemplo. Razones climáticas, de estacionalidad agrícola o de ventas navideñas, no hacen posible dicha comparación de manera inmediata. Por ello, hay que “limpiar” la estacionalidad primero y luego comparar. Para usar el segundo método y comparar el PBI con el mismo trimestre del año anterior, no hay nada que desestacionalizar porque estamos comparando trimestres en teoría similares.
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El primer método, utilizado en su gran mayoría por los países desarrollados, tiene mayor complejidad estadística, pero tiene la gran ventaja de que permite predecir con mayor anticipación la evolución de la economía y sus ciclos. Así, sirve para determinar en qué momento se inicia el cambio del ciclo económico, que lleva a desaceleraciones o recesiones. El segundo, utilizado en su gran mayoría por los países de América Latina, incluyendo al Perú, es más sencillo, estadísticamente hablando, pero puede ser un indicador tardío del cambio del ciclo económico. En la actual coyuntura económica, no importa con qué método midamos la evolución del PBI, según cualquiera, la economía peruana ya está en recesión.
El PBI desestacionalizado del último trimestre del 2022 disminuyó en 0.2% respecto al trimestre anterior, y el del primer trimestre de 2023 disminuyó 5.3% respecto a este último, con lo cual se cumple el requisito de los dos trimestres consecutivos. En cuanto al PBI del primer trimestre comparado con el mismo trimestre del año anterior, cayó 0.4% y, según todas las estimaciones para el segundo trimestre, incluyendo la del Ministerio de Economía y Finanzas, en el segundo trimestre el resultado también ha sido negativo. Pero, algo muy importante, no solo el PBI está mostrando cifras negativas durante dos trimestres consecutivos.
La inversión privada tiene ya tres trimestres consecutivos de caída y en la última medición, que corresponde al primer trimestre de 2023, la caída ha sido de 12%, la más fuerte desde el tercer trimestre del 2009, sin contar la pandemia; además, el crecimiento del consumo privado, que durante el primer semestre del año pasado aumentó 4.7%, en gran parte impulsado por el otorgamiento de bonos y los retiros de las AFP, se ha desacelerado y durante el primer trimestre de este año creció solo 0.7%.
Por el lado sectorial, las cifras más preocupantes son las de la manufactura no primaria, que tiene dos trimestres consecutivos de caída creciente –y va por el tercero–, y la de construcción, que va el segundo trimestre de caída cuando estén disponibles los datos sectoriales de junio en una semana.
Luego de tantos contundentes datos, quienes sostienen que no hay recesión en el Perú apelan al indicador del empleo, que, sostienen, aún está creciendo. Veamos: existen dos fuentes oficiales de cifras de empleo, la que publica el INEI con cobertura de empleo y subempleo para Lima Metropolitana, basada en una encuesta; y la que publica el BCRP, basada en la planilla electrónica que recoge SUNAT, pero que solo corresponde al empleo formal. La primera fuente me ofrece dudas porque, de acuerdo con ella, la población en edad de trabajar, según la misma fuente creció alrededor de 1.5% en el periodo 2017-2022, resulta que crece más de 4% en el año 2023.
Claramente hay una regularización de cifras en el año 2023, que la entidad responsable, el INEI, no se ha preocupado en explicar. La segunda fuente, la de la planilla electrónica, tiene la gran ventaja de no ser una encuesta, sino que recoge el universo nacional, pero de empleos formales. Al ser un subconjunto del empleo total (empleo y subempleo) refleja no solo cambios debidos en el empleo formal a la actividad económica sino cambios debidos a la labor de fiscalización de Sunafil.
Ya la presidenta Boluarte en su mensaje de Fiestas Patrias nos dijo que, durante su Gobierno, en el periodo de enero a junio “Sunafil promovió la incorporación a la planilla electrónica de 175 mil trabajadoras y trabajadores”. En el trimestre que termina en mayo de 2023, la planilla electrónica muestra un incremento de solo 94 mil puestos de trabajo (2.5%) en los últimos doce meses .
Si creemos en el dato del mensaje, se puede concluir que la creación de puestos de trabajo formales en el primer semestre –por efectos de la actividad económica– sería negativa. El otro argumento para negar que estamos en recesión proviene de organismos del Gobierno.
La caída de la producción del primer semestre, que ya admiten, se ha dado según sus argumentos por fenómenos climáticos y como consecuencia de las protestas sociales, los cuales son eventos no atribuibles al Gobierno. Es preciso señalar que las recesiones económicas se definen con independencia de sus causas. Ellas afectan, principalmente, a la generación de riqueza, al empleo y a los niveles de pobreza. Ello, sin perjuicio de debatir la responsabilidad de este Gobierno y del anterior frente a la recesión que ya vivimos y a las formas de salir lo más pronto posible de ella.
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