Analista investigador Global X
El 2021, podría significar un año de transformación para el cobre, a menudo visto como el principal termómetro de la salud de la economía mundial. Las expectativas de inflación se encuentran aumentando y el crecimiento económico global se está recuperando, con la demanda china en particular volviendo a la actividad a un ritmo rápido. En el largo plazo, la demanda de cobre parece crecer aún más y el auge de nuevas industrias como los vehículos eléctricos y energías renovables, así como las continuas necesidades de infraestructuras tradicionales en China y EE.UU, significa que es probable que la demanda de cobre se mantenga después de pasada la pandemia de COVID-19.
Si bien, las medidas de cuarentena obligaron a las minas de cobre de todo el mundo a suspender su producción durante mucho tiempo, poco después se produjo un desequilibrio del mercado, donde la producción de cobre quedó rezagada, a medida que algunas economías comenzaron el proceso de reapertura. Desde ese momento los precios del cobre despegaron y según información de Bloomberg, alcanzaron los 3,52 USD/libra a finales de 2020. Para julio de este año, el cobre había subido a 4,48 USD/libra, duplicando los mínimos de marzo.
Este optimismo en torno al cobre proviene de distintos factores, entre ellos que las economías asiáticas, específicamente China, se encuentran funcionando a niveles prepandémicos o cercanos a estos. Asimismo, la recuperación de China debería redundar en una mayor demanda de cobre, ya que es el principal demandante mundial del metal. Por su parte, las expectativas de reflación en EE. UU. y otros mercados desarrollados también se encuentran aumentando la demanda.
Los metales básicos, como el cobre, suelen considerarse una cobertura contra el aumento de los precios y tienden a desempeñarse bien cuando se recupera la actividad económica. No obstante, más allá de estas tendencias macroeconómicas a corto plazo, los cambios estructurales a largo plazo, como la aceleración en la adopción de vehículos eléctricos y el creciente potencial del gasto en infraestructura de gran envergadura en Estados Unidos, son un buen augurio para el cobre.
Otro factor, que a menudo pasa desapercibido es su importancia para las tecnologías limpias. El cableado en los automóviles eléctricos requiere casi cuatro veces más cobre que en los automóviles a gasolina. Para que el mercado de los vehículos eléctricos despegue, la infraestructura debe actualizarse para adaptarse a ellos. Algunos países ya están instalando puertos de carga, y esta tendencia solo se acelerará en la medida que los vehículos eléctricos ganen popularidad. Asimismo, a medida que los cambios climáticos se vuelven cada vez más difíciles de ignorar, el mundo avanza gradualmente hacia un consenso sobre las emisiones netas cero, y el aumento de la tecnología limpia también se considera como una buena señal.
Por otro lado, mientras China es la clave de la demanda de cobre, Latinoamérica es su homólogo en cuanto a la oferta. Solo Perú y Chile proporcionan el 40 % de la oferta mundial de cobre. Sin duda, los confinamientos y la reducción de la producción minera en ambos países, se convirtieron en un motivo de preocupación durante el 2020 en medio de la pandemia. Es probable que los bajos niveles de oferta hayan impulsado al alza los precios internacionales del cobre en la medida que la economía mundial se desaceleraba, con una caída de los precios menor que otras materias primas, como el petróleo, en medio del período turbulento. No obstante, existe el riesgo de que las minas de cobre en Perú y Chile vuelvan a reducir su capacidad de producción o incluso se vuelvan a producir confinamientos si la propagación de la COVID-19 empeora con la variante Delta
Algunas alternativas para los inversionistas optimistas en torno al cobre, sería apostar por el precio del cobre a través de futuros, optar por comprar cobre físico, aunque los costos de almacenamiento puedan ser potencialmente elevados, o comprando acciones ordinarias de empresas vinculadas a esta industria.