Los esquemas de incentivos para mejorar la calidad de la gestión pública son instrumentos que se han ido popularizando en nuestro país. Lo que persiguen estos esquemas es motivar a las instituciones encargadas de ejecutar los recursos del Estado a actuar bajo principios de eficiencia y eficacia y, en la medida en que estén bien diseñados y calibrados, alineando los incentivos individuales de los funcionarios públicos o instituciones involucradas en torno a metas concretas.
De esta manera, desde una perspectiva de presupuesto por resultados, los esquemas de incentivos forman parte de las herramientas que dispone un Estado para facilitar su implementación en países, como es el caso peruano, con escasa capacidad de coordinación y articulación entre los diferentes niveles de gobierno. Al respecto, en el año 2020, Unicef realizó una sistematización de estas experiencias en Perú e identificó 12 de estos esquemas que, de manera genérica, podían calificarse entre aquellos basados en incentivos monetarios y aquellos basados en incentivos no monetarios.
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El más emblemático del primer tipo es el Fondo de Estímulo al Desempeño y Logro de Resultados Sociales (FED) a partir del cual los gobiernos subnacionales acceden a transferencias presupuestales en la medida que puedan mostrar resultados positivos en el eje de Desarrollo Infantil Temprano (DIT). Puesto de esta manera, resulta relativamente fácil entender las razones por las cuales el FED permite lograr ciertas metas. Por un lado, el beneficio es muy concreto (una trasferencia de presupuesto) y, por otro, la forma de acceder también lo es (cumplir con un compromiso de gestión o cobertura).
Menos evidentes son los mecanismos por los que operan los incentivos no monetarios ya que estos se basan en premios y reconocimientos públicos que usualmente están vinculados a evaluaciones más generales de desempeño de la institución o trayectoria del funcionario. Sin embargo, Nick Manning y sus colegas del Banco Mundial, en una nota del Grupo Global de Expertos en Desempeño del Sector Público del año 2012, no son escépticos respecto de sus resultados potenciales que pueden generar. Los autores argumentan que en la medida en que estos premios y reconocimientos incidan en el valor reputacional del funcionario (o prestigio de la institución), sí pueden ser importantes al generar cambios de comportamiento en el largo plazo.
En el caso peruano, un ejemplo de este tipo de incentivos no monetarios es el Premio Sello Municipal, que, impulsado desde el Ministerio de Desarrollo e Inclusión (Midis), busca reconocer en una ceremonia pública a los gobiernos locales que cumplen con metas vinculadas a indicadores de cierre de brechas.
El premio se enmarca en la Política Nacional de Desarrollo e Inclusión Social (PNDIS) por los que los ejes sobre los que actúa son desarrollo infantil temprano, desarrollo integral de la niñez y adolescencia, inclusión económica, protección al adulto mayor, entre otros. Para ello, desde el Midis y otras instituciones públicas involucradas se organizan las capacitaciones, asistencias técnicas y acompañamiento a los equipos municipales encargados de cumplir con los objetivos establecidos. La convocatoria es universal, pero la participación en el premio es voluntaria. En las últimas ediciones han participado en promedio alrededor del 40% de municipios con una tasa de premiación promedio cercano al 50% de las participantes.
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Los resultados de la evaluación que realizamos en Macroconsult arrojaron resultados interesantes. Por ejemplo, se identificaron impactos positivos en diversos productos y actividades orientados a mejorar la gestión de intervenciones de desarrollo infantil temprano, focalización de programas, seguridad alimentaria, entre otros. Mientras tanto, respecto a las brechas sociales, se evidenciaron efectos sobre el nivel de empleo temporal de la población vulnerables y acceso a agua potable.
No obstante, un hecho que llamó la atención es que los efectos a nivel de acciones y productos eran más evidentes entre las municipalidades que participaron en más de una edición, con lo cual es posible argumentar la importancia de sostener la intervención en el tiempo, de manera que las capacitaciones y asistencias recibidas acompañen de manera más efectiva la curva de aprendizaje de los gobiernos locales. Asimismo, se encontró que los resultados fueron más altos en localidades más urbanas y la probabilidad de participar en el premio estaría correlacionada con menores tasas de pobreza, menor ruralidad y mayores tamaños poblacionales. Esto último permite intuir efectos potencialmente regresivos del premio, por lo que en la agenda de mejoras es importante considerar incentivos adicionales a la participación de las municipalidades más vulnerables, quizás reforzando las acciones de fortalecimiento en ellas.
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