Director de la Carrera de Economía de la Universidad de Lima
El Perú ha cambiado para mejor en los últimos treinta años. No hemos logrado la sociedad deseada, aún falta un largo camino por recorrer, pero los principales indicadores económicos y sociales han mejorado hasta el año 2019.
Hoy el Perú representa un mayor porcentaje de la economía mundial que hace treinta años, lo que implica que hemos crecido por encima del promedio del resto de países; esto ha permitido mejorar la calidad de vida de un porcentaje significativo de la población. Lamentablemente, la pandemia del covid-19 ha desnudado la falta de consolidación de sectores como salud y educación, tanto en aumento y mejora del capital humano como en construcción de la infraestructura necesaria, lo que ha incrementado el descontento social, sobre todo al interior del país.
La pandemia ha demostrado también la necesidad de apoyar directamente a los sectores menos favorecidos de la población, otorgándoles subsidios directos en lo inmediato, a través del perfeccionamiento de los programas sociales existentes y la generación de un camino de integración al sistema productivo formal que les permita la mejora y sostenibilidad de su calidad de vida en un plazo más mediato.
Se trata de defender, tanto por ideas aprendidas como por experiencias vividas, la aplicación de la economía de mercado y la democracia representativa. Hay que insistir tanto en la filosofía que implica la libertad de elegir, y el respeto a los elegidos, como en permitir que los recursos se asignen a través del mercado. Sin embargo, el mercado no genera automáticamente un soporte que evite la pobreza, sea esta monetaria o multidimensional, y de ahí que se requiere de la participación de un Estado profesional y meritocrático con el cual lamentablemente no contamos.
No es el mercado el que ha fallado, es el Estado el que no ha funcionado. El Estado debería contribuir a nivelar las oportunidades de todos los habitantes de un país y eliminar la pobreza. Ningún ciudadano en función de su origen debería enfrentar obstáculos que hagan imposible su progreso. No se deberían destruir las islas de modernidad con altos estándares profesionales existentes en el Estado peruano, como el Banco Central de Reserva y la Superintendencia de Banca y Seguros, por el contrario, se debería seguir su ejemplo en el resto de las organizaciones del Estado. Uno de los errores del segundo gobierno de Alan García fue precisamente afectar la meritocracia en el sector público disminuyéndoles los sueldos a profesionales que rápidamente migraron al sector privado.
Hay que analizar a los países exitosos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial como Alemania y Japón, que habiendo sufrido grandes pérdidas humanas y materiales son hoy nuevamente parte de la élite de las naciones más avanzadas del orbe. Posteriormente, países o territorios como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong –cuando era protectorado británico–, llamados los cuatro tigres asiáticos, obtuvieron resultados extraordinarios en comparación con el resto del mundo. Finalmente, sobre las últimas cuatro décadas se debe evaluar el cambio que aplicaron países que no cuentan con sistemas de democracia representativa, como China y Vietnam, pero que sí decidieron integrarse al mundo y hoy sus productos son competitivos a nivel internacional.
El Perú no lo ha hecho mal, hay que profundizar el modelo de economía social de mercado, y mantener y perfeccionar nuestra democracia representativa. Hay que mejorar el funcionamiento del Estado con profesionales de alto nivel que cuenten con una línea de desarrollo en función de sus méritos y con altísimos niveles de transparencia. No regresemos al péndulo económico que se vivió en el Perú en los treinta años previos a 1990 con muy malos resultados.