En mi época de adolescente fui castigado en más de una oportunidad. En una ocasión, el psicólogo del colegio donde estudiaba pidió que le cuente cómo me sentía y qué otras “travesuras” había cometido. “Todo es entre tú y yo, todo va a estar bien”, dijo y yo confié. Al día siguiente, fui nuevamente castigado por los tutores y por mis padres. Él contó todo y nada estuvo bien. Rompió el lazo de confianza entre ambos.