Cada cierto tiempo, nuestro sistema de salud recibe algún choque que le pone los reflectores encima. Lamentablemente, no suele salir airoso de la gestión de estos choques, siendo la pandemia el ejemplo más doloroso de los últimos años. Actualmente, se trata del dengue, enfermedad presente en el país hace varios años, pero que ve su prevalencia en aumento, especialmente ahora que tenemos fenómeno de El Niño. En lo que va del 2024, el total de casos confirmados de dengue más que duplica el total del 2023 en el mismo periodo. Esta no es una tendencia exclusiva del Perú, pero, al tener los problemas estructurales que tenemos, somos el segundo país en Sudamérica con mayores muertes asociadas a esta enfermedad.
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Esta enfermedad debería ser atendida en el primer nivel de atención. Sin embargo, además de arrastrar los problemas de fragmentación y mala gestión del sistema, este nivel tiene limitaciones fundamentales que empujan a los pacientes a incurrir en gastos de bolsillo. Más de tres de cada cuatro establecimientos públicos del primer nivel de atención se concentran en las categorías más básicas, la mitad de ellos sin acceso a médicos ni obligación alguna de atender por más de 12 horas. En general, se estima que el 95% de los establecimientos de este nivel tiene capacidad instalada inadecuada; esto es, infraestructura y/o equipamiento inadecuados o insuficientes. A esto se suma una brecha de más de 50,000 profesionales de la salud.
Otro problema que ha ganado mayor relevancia es la falta de medicamentos esenciales en los centros de salud. Menos de la mitad de los establecimientos de salud públicos cuenta con disponibilidad mayor al 80% de medicamentos esenciales. Por ello, cada año, los asegurados gastan más de S/ 500 en promedio solo para obtener medicamentos en el sector privado, a pesar de su condición de asegurados. Este gasto ha crecido en casi 40% en los últimos 10 años y preocupa también la creciente preferencia por asistir a una farmacia antes que a un establecimiento de salud ante una dolencia.
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El caso más crítico en cuanto a abastecimiento de medicamentos esenciales es el de Piura, la segunda región con más casos de dengue y la más afectada por la epidemia de dengue del año pasado. En esta región, solo el 1.4% de los establecimientos de salud públicos cuenta con suficientes medicamentos esenciales en stock. Le siguen Tumbes y Madre de Dios con menos de 10% de establecimientos con stock suficiente de medicamentos esenciales. Sin establecimientos adecuados ni medicamentos, ¿cómo se espera hacer frente a cualquier choque?
Al tratarse de una enfermedad cuya transmisión se ve favorecida por las condiciones de humedad y altas temperaturas, el acceso a servicios de agua y saneamiento de calidad en el hogar y otros espacios resulta crítico. Aunque casi el 90% de los hogares peruanos a nivel nacional accede a agua en la vivienda a través de red pública, solo la mitad tiene acceso a este servicio durante las 24 horas del día. Esto implica que muchos hogares, para abastecerse oportunamente de agua, deben almacenarla, incrementando la probabilidad de que los mosquitos se reproduzcan a su alrededor. Casos particularmente críticos son los de Tumbes, Loreto y Piura, donde el acceso continuo a agua no alcanza ni al 15% de las viviendas. Coincidentemente, estas son regiones donde el calor es apremiante y la transmisión del dengue también lo es.
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Así, el trabajo por delante es multisectorial y requiere esfuerzos articulados junto con pensar fuera de la caja. Para fortalecer el primer nivel de atención, por ejemplo, Videnza, en colaboración con REDES, ha propuesto fortalecer selectivamente algunas instituciones prestadoras del primer nivel de atención de las categorías más completas (I-3, I-4) para generar una Puerta de entrada con capacidad resolutiva ampliada (PECRA). La idea es concentrar recursos, involucrar mediante un concurso a un actor privado que pueda brindar equipamiento, recursos humanos, medicinas, tecnología, entre otros, y que libere la carga que satura actualmente los establecimientos públicos. Además, se propone un pago capitado (pago por paciente asignado) y con un monto variable sujeto al logro de resultados sanitarios.
Lo cierto es que, con Niño o no, la temperatura del planeta seguirá subiendo y enfermedades parecidas al dengue serán crecientemente parte de nuestra realidad. Y, más allá del dengue, no es sostenible mantener un sistema que no atiende adecuadamente a sus ciudadanos en el día a día. Cerrar brechas es caro y por ello suele relegarse en la agenda en lugar de buscar espacios de colaboración para lograr los objetivos más rápido. En nosotros está fortalecer a pasos acelerados la capacidad resolutiva del sistema o mantenernos en este eterno “loop” en el que el sistema recibe choques, colapsa y repite. El problema con ello, sin embargo, es que perdemos vidas en el camino.
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