Jean Pierre Fournier, vicepresidente de Inversiones en AFP Integra
(G de Gestión) Noviembre del 2023 será recordado como uno de los mejores meses en rendimientos de activos de este siglo. Por el lado de las acciones, los índices de Estados Unidos y de mercados emergentes rindieron 8.9% y 7.9%, respectivamente, mientras que, por el lado de la renta “fija”, los bonos del tesoro americano a 10 años y el índice de bonos especulativos superaron la barrera del 4.3% en apenas 18 días de trading. El rally —rendimiento positivo en el argot financiero— fue generalizado y se extendió a diferentes tipos de activos. El famoso Santa rally parece haberse adelantado y, sin dudas, representó noticias positivas para aquellos involucrados en el mercado financiero.
El optimismo de fin de año se apoya en la expectativa de un aterrizaje suave de las principales economías —aunque especialmente en las de países desarrollados—. Se espera que Estados Unidos y Europa eviten una recesión en los próximos trimestres. Además, el rebrote de la inflación yanqui entre junio y setiembre de este año ha mostrado signos de estabilización: vemos una nueva tendencia a la baja con una cifra de 3.2% en octubre.
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Mientras escribo esta columna, el presidente del directorio de la Fed, Jerome Powell, se presenta en Atlanta para dar uno de sus últimos discursos del año. Entre sus comentarios se denota un esfuerzo por enviar mensajes que equilibren las expectativas de los partícipes de mercado sobre un rápido relajamiento de la política monetaria en Estados Unidos: “Es prematuro concluir con confianza que hemos logrado implementar una política suficientemente restrictiva o especular cuándo esta política se volverá más acomodativa”.
Probablemente, el gran temor de los miembros del banco central americano es el de evitar un eventual rebrote de la inflación en los próximos trimestres. Asimismo, promover expectativas muy altas puede llevar a empresarios y a inversionistas a tomar riesgos excesivos tanto en el mercado real como en el financiero. Podemos concluir que los precios y los niveles de volatilidad de los activos financieros reflejan cierta tranquilidad y han dejado de lado algunos peligros, que van a seguir existiendo en el 2024.
En Wall Street se discute sobre la capacidad de las empresas para resistir niveles altos de tasas en un contexto de próximas refinanciaciones. El crecimiento en Estados Unidos ha sorprendido positivamente, pero sus condiciones para resistir distintas etapas del ciclo económico no son aplicables a otros países —es una incógnita el grado de resistencia de estos últimos a la desaceleración que continuaremos viendo—.
El año empezó siendo muy “pesimista” respecto del crecimiento, y varios bancos de inversión indicaban que la probabilidad de que haya una recesión en Estados Unidos en el 2023 era de 100%. Si estos hubieran sabido en diciembre del 2022 que se presentarían eventos como el de Silicon Valley Bank, el aumento de tasas de la Fed por encima de 5% o un conflicto en Israel, seguramente habrían estado mucho más preocupados. Todo esto pasó y, aún así, hay rendimientos muy buenos este año. El punto de partida fue probablemente muy conservador y los datos terminaron mostrando cierta resiliencia económica.
Ahora, el reto para los inversionistas es “no pecar” al irse al otro extremo y posicionarse muy optimistas, reconociendo que aún viviremos condiciones financieras restrictivas este 2024.
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