Economista
Todos sabemos que desde su inicio este es un gobierno que se ha caracterizado por las continuas marchas y contra marchas; por sus ataques al empresariado; por el histrionismo cultural de algunos de sus dirigentes y por la falta de liderazgo de su presidente que, inexplicablemente, guarda un preocupante silencio en delicadas situaciones que requieren liderazgo y definiciones rápidas.
Algunos opinan que eso es producto de la falta de experiencia en el Gobierno. Sin embargo, en mi opinión la explicación principal es otra. Tanto Castillo como Cerrón saben perfectamente que iniciaron el Gobierno con una alternativa maximalista y de confrontación, por lo que las situaciones anteriormente descritas tienen por objeto confundir, generar más incertidumbre, retroceder un paso para después avanzar dos, etc. Nunca una revolución se ha desarrollado en paz social, con crecimiento económico, con expectativas positivas, etc. Los copresidentes Castillo/Cerrón saben perfectamente que si bajan los decibeles del ruido político o disminuyen las contradicciones, no habrá un entorno viable para que su revolución se concrete.
Sin embargo, el Gobierno se está deteriorando muy rápido y creo que, incluso, más rápido de lo que el propio oficialismo podría haber previsto, y el problema se les está yendo de las manos. Hay una clara sensación de ausencia de liderazgo, que no se sabe quién realmente está gobernando el país. ¿Castillo, Cerrón, ambos, terceros? Y con un presidente que en medio de este despelote permanece silencioso, ausente, que parece no entender cuál es el rol que debe tener en medio de esta multicrisis, que requiere orientación y liderazgo a gritos. Y lo peor del caso es que todo parece indicar que respaldó al ministro de Trabajo para enmendarle la plana a Bellido y Cerrón, que le habían pedido la renuncia. El profesor parece más interesado en esta especie de Juego de Tronos criollo: Cerrón y Bellido le bloquean un recambio ministerial anunciado y luego Castillo les bloquea las renuncias ya referidas.
Aun cuando el profesor haya estado de acuerdo con la estrategia inicial; una vez instalado en Palacio debe de haberse encontrado con una serie de desafíos y múltiples presiones que él no había anticipado y que él (y no Cerrón) las está sufriendo directamente. Lo que debe de explicar las crecientes discrepancias entre ambos líderes. Y esa inesperada realidad y la inseguridad ante lo desconocido deben estar paralizando su toma de decisiones sobre el rumbo a seguir en el Gobierno.
Otro aspecto que complica las cosas es que el primer mandatario parece querer complacer a todos y eso es algo imposible de lograr en las circunstancias actuales. Además, hay un elemento que falta para la revolución prevista por Cerrón: no existe, ni de lejos, un masivo apoyo popular. Peor aún, la derecha le ha quitado el monopolio de las movilizaciones populares a la izquierda y ha logrado manifestaciones exitosas. De otro lado, por las revelaciones del excanciller Béjar conocemos las interioridades del Gobierno, existiendo algunos personajes que llegaron a ministros como pago de favores políticos. “Otros que tú no sabes por qué están ahí, y que tienen un nivel político bastante bajo; que prácticamente no tienen conocimiento del Estado”.
Los copresidentes Castillo/Cerrón saben perfectamente que, si bajan los decibeles del ruido político, o disminuyen las contradicciones, no habrá un entorno viable para que su revolución se concrete.
Asimismo, a pesar del corto tiempo transcurrido, el deterioro ha sido tan veloz que ya hay descontentos con el régimen de Castillo: la federación de trabajadores de Arequipa, los ronderos de Ayacucho, los sindicatos de Essalud, los del Sutep, etc., y por supuesto las amas de casa, que cuando van a los mercados y ven cómo han subido el pollo, los aceites, el pan, etc., comprueban que cada día les alcanza menos sus presupuestos para poder completar su canasta popular. Nunca la evolución de la economía ha estado tan dependiente de lo que suceda en el frente político y de salud. Lo que a su vez influye en la creciente insatisfacción de la ciudadanía. Y por más distracciones que se presenten para llamar la atención de la gente de los problemas actuales, está llegando el momento en que —a pesar del populismo que el Gobierno ya está anunciando— este descontento se volcará a las calles exigiendo fuertes correcciones al programa gubernamental. Por lo que de no corregir a tiempo este veloz deterioro, el futuro del Gobierno, y desgraciadamente del país, no resulta nada prometedor.
Resulta ya evidente que Pedro Castillo no da la talla para el cargo al que ha accedido. ¿Qué hacer frente a este panorama tan grave para los peruanos?. Como decía Martin Luther King: “No me preocupa la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”. Este no es momento para permanecer silenciosos. Cada uno debe colaborar activamente en lo que esté a su alcance para impedir la pérdida de todo lo que hemos alcanzado en las últimas décadas en nuestro país.