En el 2024 el déficit fiscal, la diferencia entre los egresos y los ingresos del gobierno, ha sido alrededor de S/ 40,000 millones, un 3.7% del PBI, el nivel más alto desde 1992. Este resultado superó largamente el 2.8% del PBI establecido por la trayectoria de la regla fiscal. Este incumplimiento de la regla ocurre por segundo año consecutivo, pese a que la los niveles de la trayectoria se modificaron al alza posponiendo hasta el 2028 la llegada a un déficit de 1% del PBI.
El ministro de Economía, José Arista, ha reconocido que este nivel de déficit no es sostenible. Esto quiere decir que, si se mantuviera alrededor de este nivel, la deuda pública como porcentaje del PBI crecería sin control y el Estado no sería capaz de pagarla. Más temprano que tarde las calificadoras de riesgo, que evalúan permanentemente nuestras finanzas públicas, rebajarían nuestra calificación crediticia y, en consecuencia, las tasas de interés que tendríamos que pagar por la deuda serían más altas.
¿Cómo hemos llegado a este nivel de déficit fiscal?
El nivel del déficit del año 2023, 2.8% del PBI, ya era elevado.
El mayor deterioro responde, en primer lugar, a una caída de ingresos corrientes, los cuales disminuyeron en un monto equivalente a 0.6% del PBI, lo cual se explicó por la menor recaudación de impuestos aduaneros, de los pagos a cuenta del impuesto a la renta de actividades no mineras y de la regularización del impuesto a la renta correspondiente al año 2023, que como se recordará fue un año en que la economía cayó en recesión.
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En segundo lugar, por un mayor nivel de gastos no financieros, los cuales aumentaron en un monto equivalente a 0.5% del PBI. Esto fue resultado de un mayor gasto en inversión pública y de dos rescates a la empresa Petro Perú, lo cual fue compensado parcialmente por una menor ejecución del gasto corriente.
¿Qué va a ocurrir con el déficit fiscal en este año 2025?
Se espera que este año el déficit se reduzca significativamente, incluso es probable que se acerque a la meta de 2.2% del PBI. Sin embargo, esta reducción será transitoria. Veamos por qué:
- La regularización del impuesto a la renta, principalmente de empresas mineras, será significativa. Los precios de los minerales que el Perú produce y exporta se han recuperado a lo largo del año 2024 pero esto no se ha reflejado plenamente en los pagos a cuenta del impuesto a la renta de las empresas mineras.
- La amnistía tributaria, cuyo vencimiento estaba programado para fines de diciembre del año pasado, se ha prorrogado hasta febrero de este año. Ciertamente la prórroga fue inconstitucional porque se incluyó en la Ley de Presupuesto, la cual de acuerdo con la Constitución no puede contener normas en materia tributaria, pero lamentablemente este Congreso nos tiene acostumbrados a ello.
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Tanto la regularización como la amnistía traerán ingresos temporales, es decir, por una sola vez, lo que explica la reducción transitoria del déficit fiscal.
Pero por otro lado, la recaudación también debería aumentar y de manera permanente por el crecimiento de la economía por segundo año consecutivo y por los esfuerzos conjuntos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y de la administración tributaria (Sunat) por aumentar la recaudación. Estos esfuerzos se ven reflejados, por ejemplo, en la implementación del IGV a los bienes y servicios digitales y en el retiro gradual del drawback, aunque ya se retrocedido en esta medida posponiendo la primera reducción hasta mediados de año.
No obstante, estos esfuerzos están contrarrestados por la farra fiscal del Congreso concediendo beneficios tributarios a diestra y siniestra. Varios de estos beneficios están explicados en mi columna de julio del año pasado (Más privilegios tributarios), a los que se han añadido la prórroga de la reducción del impuesto general a las ventas (IGV) para restaurantes y hoteles, la renovación del Reinfo, tratada a fondo en mi columna del mes pasado, el blanqueo de ingresos no declarados que desincentiva el cumplimiento de obligaciones tributarios futuras y la propia amnistía tributaria, en la misma línea.
En conclusión, respecto a los ingresos, la recaudación tributaria crecerá y posibilitará una reducción del déficit fiscal en el presente año, pero dicho crecimiento y reducción serán transitorios.
Por el lado de los gastos, el gasto corriente ya ha retornado a sus niveles prepandemia y es poco probable una mayor reducción, en el corto plazo, por debajo de dichos niveles. En cuanto al gasto de capital, ha retornado a niveles de inicios de la década pasada y es probable que el actual ministro de Economía busque sostenerlos en dichos niveles.
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En conclusión, respecto a los gastos, no se espera que haya una reducción, más aún si este año es un año preelectoral.
Todo indica, por lo tanto, que, en el año 2026, el déficit fiscal volverá a subir, tal vez no a los niveles actuales, pero sí a niveles alrededor de 3% del PBI, incluso algo superiores. Estos niveles, ya nos lo ha confesado el actual ministro de Economía, no son sostenibles, lo que indica que será el próximo gobierno el que heredará esta “papa caliente”.
Los candidatos a la presidencia deberían tener en cuenta esto antes de lanzar un conjunto de propuestas y promesas sin financiamiento, que no podrán cumplir sin que antes no propongan las reformas estructurales necesarias por el lado de los ingresos y de los gastos fiscales que permitan el retorno del déficit a niveles responsables y prudentes.
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