Gisella Balbuena
La pandemia ha puesto en evidencia los diversos retos que las empresas enfrentan para evitar que sus colaboradores sufran de Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) como diabetes e hipertensión. Estas enfermedades se desarrollan por un conjunto de factores de riesgo que en muchos de los casos son prevenibles, y que, incluso antes de la llegada de la COVID19, ya venían representando un problema de salud pública en nuestro país. Entre estos factores destacan el consumo de tabaco, la baja ingesta de frutas y verduras, el uso nocivo del alcohol y la obesidad.
De acuerdo al informe Enfermedades No transmisibles y Transmisibles, elaborado en el INEI en 2019, sólo el 11.3% de peruanos de 15 años a más, consumen una suficiente cantidad diaria de frutas y verduras, lo que está relacionado a una menor probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y obesidad.
A raíz de las normativas sanitarias para el control de la pandemia, las empresas han estado fomentado iniciativas para que los trabajadores estén saludables. De acuerdo al último Benchmark de Seguridad y Salud en el Trabajo, realizado por Marsh en 2020, el 95% de empresas ha identificado a los trabajadores de mayor riesgo para las formas graves de COVID19.
No obstante, es necesario que las empresas puedan realizar este análisis para no solo proteger a los colaboradores de esta enfermedad, sino también de otras condiciones de salud que impactan enormemente a las empresas, como: la diabetes, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades pulmonares crónicas, etc.
En ese contexto, las empresas deben seguir fortaleciendo las estrategias y teniendo nuevos abordajes de estos problemas de salud, que permitan generar y mantener estilos de vida saludables en sus trabajadores. Para ello, es necesario que las empresas consideren algunos aspectos de gran relevancia:
1. Alimentación saludable:
Tener una alimentación saludable podría prevenir la aparición de una ECNT; sin embargo, en caso una persona ya haya sido diagnosticada con una enfermedad de este tipo, mantener buenos hábitos alimenticios y un estilo de vida saludable puede contribuir de gran manera en tener dicha enfermedad bajo control, evitando las complicaciones médicas como las descompensaciones que obligan al paciente a ser hospitalizado.
Ahora bien, es importante que las empresas proporcionen una adecuada educación nutricional, considerando elementos básicos como: cómo deben combinar y balancear los diferentes tipos de alimentos, los nutrientes esenciales y aquellos que se deben consumir con menor periodicidad, etc.
De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, una mala alimentación en el trabajo causa pérdidas de hasta del 20% de productividad. Es debido a ello, que afecta, no sólo a la salud de forma individual sino también puede perjudicar la continuidad del negocio.
Para ello, el desarrollo de opciones de alimentación saludable en el espacio laboral es fundamental. La disposición de snacks, loncheras o menús en los concesionarios deben atender las necesidades del perfil de riesgo de los colaboradores, sin dejar de ofrecer variedad de alimentos que se perciban como un beneficio por parte de los colaboradores.
2. Actividad física
Realizar actividad física contribuye a la prevención y control de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, las cuales, además, están relacionadas a los niveles elevados de estrés y ansiedad; esto último genera incluso, a modo de círculo vicioso, una mayor ingesta de alimentos con mayores niveles calóricos.
Si bien cada vez más empresas vienen fomentando el desarrollo de actividad física, aun queda un largo camino por recorrer. Hoy en día, ya hay organizaciones que realizan actividades involucrando a la familia para generar motivación y mayor participación en este tipo de actividades. Esta estrategia permite generar un ambiente de integración y un espacio de distracción al mismo tiempo que se instauran actividades saludables.
3. Hábitos nocivos
Las prácticas dañinas como el consumo de productos de tabaco y el exceso de consumo de bebidas alcohólicas, traen consigo mayor probabilidad de desarrollar enfermedades de los vasos sanguíneos, distintos tipos de cáncer y afectación al hígado en el caso del alcohol.
Es por ello, especialmente relevante implementar estrategias para el control de este tipo de hábitos en los colaboradores. Desde políticas en el lugar de trabajo hasta grupos de soporte que permitan a los colaboradores hablar abiertamente de este tipo de problemas.
Si bien, a raíz de la COVID-19, se ha impulsado y difundido iniciativas que permiten disminuir los riesgos de contagio, hoy en día el gran reto para las empresas es de lograr que se abarquen las enfermedades de mayor prevalencia en la población, y tener planes sostenibles basados en hábitos saludables que mejoren el estilo y calidad de vida de cada trabajador.