Vicepresidente Ejecutivo de Inversiones, Rímac Seguros
La intensificación de las acciones militares en Ucrania, este 24 de febrero último, cambió completamente las expectativas con relación al desempeño futuro de la economía mundial.
Esta confrontación se inició cuando la recuperación pospandemia se estaba consolidando. Su resultado inmediato será, justamente, interrumpirla. En el corto plazo, la magnitud del impacto de esta guerra sobre el crecimiento global dependerá de cuánto dure la misma. En el más largo plazo, su impacto dependerá del balance resultante entre las fuerzas políticas y económicas de las potencias involucradas directa o indirectamente: Los EE.UU., La Unión Europea, Rusia y la República Popular China.
Según escenarios elaborados por la OCDE, en 2022 la guerra ruso-ucraniana puede restarle hasta 2.0% de crecimiento al mundo. De hecho, las previsiones de crecimiento elaboradas por esta organización se han reducido de 4.5% a 3.5% en el caso de que este conflicto no escale y las sanciones contra Rusia se limiten a las ya establecidas por occidente. En caso de que este conflicto se agrave, y se cortara las exportaciones de energía de Rusia a la Unión Europea, la nueva previsión de crecimiento global caería a entre 2.5% y 3.0%.
Con esto, la recuperación pospandemia sería muy corta y podría ser seguida por una nueva recesión global. Esta nueva recesión compartiría una característica con la detonada por el covid-19: sería acompañada por un significativo aumento en el nivel general de precios. El impacto inflacionario de este conflicto deriva de que Rusia y Ucrania figuran entre los principales productores de materias primas. En particular, Rusia producía el 12% del petróleo, el 30% del paladio, el 12% del níquel, el 3% del argón, y Ucrania el 60% del neón (insumos clave para la producción de microprocesadores y baterías). Por el lado de los alimentos, Rusia y Ucrania producen el 30% del trigo y 20% del maíz del mundo además del 20% de los fertilizantes.
Las previsiones de inflación global para el 2022 se han elevado de 4.5% a 7.0% como resultado. En la medida en la que este incremento es explicado por factores de oferta, es poco lo que puede hacer la política monetaria para evitarlo. Sin embargo, es clave que los Bancos Centrales mantengan el control de las expectativas inflacionarias para evitar que el impacto sobre los precios de este shock se perpetúe. Esto implica elevar las tasas de interés y restringir las condiciones financieras.
Las acciones de política económica destinadas a amortiguar la reducción en el crecimiento tendrán que recaer íntegramente en medidas de política fiscal. La OCDE calcula que un aumento en el gasto fiscal podría agregar 0.4% al PBI en el primer año de implementación. Sin embargo, el espacio para aumentar el gasto fiscal se encuentra reducido porque los gobiernos salieron de la pandemia con niveles de deuda nunca antes vistos y tendrán que endeudarse aún más para sostener su gasto militar.
Es todavía incierto si se producirá una recesión global como consecuencia de esta guerra. Sin embargo, es claro que las ondas recesivas se extenderán a través de Europa. Esta región depende de ambos países en conflicto para abastecerse de energía y alimentos. La principal gran economía amenazada es Alemania, otras, más cercanas al conflicto como Bielorusia, Letonia, Lituania y Estonia, seguramente ya se encuentran sumidas en una recesión. Si Alemania entrase en recesión, es muy probable que toda la Unión Europea lo haga dado que Alemania es su economía más grande.
Europa concentra el 17% del PBI Global, el 14% del comercio exterior y el 21% de los capitales extranjeros en los Estados Unidos. De entrar en recesión Europa, los EE.UU. enfrentarán cuatro fuerzas recesivas al mismo tiempo: la elevación del precio del petróleo, la elevación de las tasas de interés, el menor comercio con Europa y la necesidad de sostener la ayuda otorgada a Ucrania. En este entorno, la Reserva Federal deberá intentar contener fuertes presiones inflacionarias sin empujar a su propia economía a una espiral recesiva