Julie Beteta, directora adjunta de Personas y Organización de MAPFRE Perú
Pese a todos los avances logrados en nuestra lucha contra la violencia de género, el hostigamiento sexual laboral continúa siendo algo cotidiano en muchas empresas. Por ello, es importante el compromiso de muchas marcas en el Perú y el mundo para promover espacios laborales libre de violencia, que garanticen un desarrollo igualitario tanto para mujeres como para hombres.
Según cifras del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, de su plataforma de denuncias “Línea 1818″, el 94 % de los casos de hostigamiento de este tipo son reportados por mujeres, mientras que el 99 % de los denunciados son hombres.
Lo peor es que, como forma de violencia invisibilizada (la mitad de sus víctimas no hablan de ello, según Genderlab), hace peligrar los espacios que las mujeres hemos conquistado en las últimas décadas. Y sucede a todo nivel en las organizaciones, ya que este mal ataca de forma transversal, tanto en puestos operativos como en cargos gerenciales.
Para las empresas y profesionales que trabajamos en recursos humanos el reto/deber es doble, porque además de afectar la seguridad de las colaboradoras y los colaboradores, el hostigamiento sexual laboral se manifiesta en problemas de baja productividad,
En este respecto, la data también es clara. Según Genderlab, 7 de cada 10 personas que sufrieron hostigamiento de este tipo en los últimos dos años padecieron de estrés, la mitad tuvo problemas para concentrarse en el trabajo, y cerca de un tercio disminuyó su rendimiento o faltaron a reuniones.
Empezar a trabajar en un tema tan sensible puede parecer complicado, pero sabemos que es absolutamente necesario para ofrecer un ambiente seguro para todas y todos nuestros colaboradores.
Aplicar tecnología, buscar asesoría de organizaciones idóneas, así como invertir en lograr estándares de equidad en las empresas puede ayudar a trazarnos un camino a seguir desde la alta dirección y con la mayor seriedad, sin embargo, el compromiso con la equidad de género se demuestra en el día a día y se manifiesta en capacitaciones adecuadas e intervenciones constantes para erradicar estas conductas que no son compatibles con una buena cultura organizacional.