Director de Síntesis Consultoría
La tecnología ha cambiado -y seguirá cambiando- nuestra forma de vivir. El caso de la movilidad no es la excepción. Antes, si queríamos movilizarnos de un punto a otro -no cubierto por un tren o bus- teníamos que ir a buscar un taxi de la calle que estuviera disponible.
Hoy podemos pedir un “uber” que en minutos llegará a nuestro punto de partida, sobre el cual podemos elegir qué tipo de auto deseamos pagar, y en otros países incluso la vestimenta y género del conductor. Hemos pasado de tener que adaptarnos a la oferta disponible a que la oferta se adapte a nuestras necesidades.
El tipo de servicio que brindan los Uber/Cabify/Yango -conocido como ride-hailing en inglés- es solo la punta del iceberg de la nueva movilidad compartida o colaborativa. Un concepto acuñado por los millennials para hacer negocios compartiendo recursos, sin tener que multiplicar los materiales necesarios para satisfacer necesidades (y así el impacto en el medio ambiente).
A nivel mundial, solo en el sector movilidad abundan los ejemplos de movilidad compartida. Turo funciona como un Airbnb para alquilar el auto que no usas 100% del tiempo; Shotl opera como un shuttle o pequeño bus que cubre diversos destinos en un radio más o menos cercano; etc. Kinto share permite alquilar autos particulares por horas o días. Y así.
Es importante que las autoridades que buscan intervenir en la economía compartida entiendan sus particularidades, pues de otro modo pueden terminar queriendo regular o gravar a los airbnb como si fueran hoteles, a los Turo como si fueran rent a car, o a los uber como si fueran taxi. No sostengo que no deban fiscalizarse y en algunas ocasiones regularse, pero debería quedar claro que una talla no le queda bien a todo el mundo.
En un reciente estudio del IPE, 35% de los conductores o repartidores de plataformas afirmaron que la razón por la que se involucraron en este negocio es porque quieren ser independientes (y 22% para conseguir ingresos más altos). Lo cual implica no tener jefes ni horarios, trabajar con más de una plataforma, si es que eso les conviene, y que esta no sea la única actividad económica que realice, sino una complementaria.
Desde luego, si una plataforma de ride-hailing impone a los conductores un horario fijo, suministra el auto o la moto, fija cuánto ganará mensualmente la persona, esa persona debe ser un trabajador parte de la planilla. Y para hacerlo cumplir, Sunafil debe imponer las multas correspondientes.
Lo que no debe ocurrir es que consideremos que todos los que hacen ride-hailing deben estar dentro de una planilla, pintar su carro de amarillo y sacar una licencia para hacer taxi. El Uber/Cabify/Yango no es un taxi, así como Turo no es rent a car, y Airbnb no es un hotel. Solo distinguiendo las diferencias -y semejanzas- se permitirá el desarrollo de una industria que sola a nivel de plataformas significa 0.59% del PBI.