Ernesto Gallo Olmos, Profesor de la Universidad de Piura.
No es costero, serrano ni ciclónico, es uno de los calificados como ENSO (El Niño Oscilación Sur), tipificado y estudiado por la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), un fenómeno de la misma naturaleza que los del 83 y 98, Dios quiera que no sea tan intenso.
El centro de predicciones de la NOAA, en su reporte sobre ENSO del 13 de marzo (p. 25), indica que sí, predicen un niño. Los casi 30 pronósticos de anomalías de temperatura del nivel del mar en la costa peruana, elaborados por diferentes instituciones, refieren que desde junio empezará una anomalía positiva que impactaría (inicialmente) los patrones de pesca durante el segundo semestre. Pero, los pronósticos para diciembre son muy preocupantes ya que se combinan con el efecto del verano y puede generar lluvias considerables y duraderas.
Estas recientes versiones de Niños “costeros, ciclónicos”, nombres de compromiso, son más bien puntuales, menos peligrosas que un fenómeno normal de El Niño, en los que las lluvias pueden durar muchas semanas y la acumulación de aguas es muy peligrosa. Hay eventos normales en verano que generan algunas lluvias, pero hay Niños captados con antelación por los sistemas de NOAA que son muy fuertes y de más larga duración como los del 83 o 98, que causaron desaparición de prósperas civilizaciones antiguas.
Gracias a Dios, el 2017 y este mes, la naturaleza nos ha recordado y señalado, los puntos sensibles en los que debemos trabajar a lo largo de la costa. Este es momento para que el ejecutivo actúe con un masivo shock de inversión en obras de prevención y mitigación, ya no en estudios y consultorías, sino en lo que se necesite para minimizar el daño y apoyar a los damnificados.
Este shock puede generar un cierto impacto no inflacionario en la economía, visto desde un enfoque Keynesiano, y aunque estas obras no generan producción sí evitan daños humanos, materiales y económicos. Las empresas deberían crear ya stocks de, por ejemplo, botas, paraguas, selladores de techo (en Piura están agotados, hoy día), equipos de bombeo, cisternas, maquinarias.
También se debería trabajar en cuencas ciegas, recorrido de huaycos, reservorios que atenúen los flujos, ampliar y completar los cauces de los ríos como el Piura, etc. Si empezamos en noviembre, será tardío y caro.
Inundaciones causadas por la fuerza de la naturaleza siempre hay y habrá, se ven en todos los países. No se puede estar preparado para los eventos de nivel “cisne negro”, extremadamente dañinos. No hay manera de controlar totalmente a la naturaleza pero se debe minimizar el daño. Hubo ciudades costeras de Japón que hicieron altos diques de unos 40 metros para controlar tsunamis, pero fueron inútiles.
La estrategia es prevenir para minimizar el daño con los limitados recursos que tenemos, haciendo una dolorosa priorización, como en los hospitales de campaña en plena guerra. Y si hemos hecho obras y El Niño anunciado por el centro de predicciones del clima de la NOAA solo es pequeño, será como el de este año o el 2017 para el cual estaremos preparados gracias a que aprendimos la lección y nos preparamos. Si no hay Niño, mejor; si solo llueve en la sierra y el agua llega a la costa por canal o tubería, como acostumbramos.
Y si no llueve el 2024, podría darse lo del 2015-2016-2017 cuando se formó en el Godzilla Niño en 2015, pero no llovió en 2016 cuando todos esperaban, y sí llovió en el 2017. Se teoriza que estas lluvias eran un remanente del Godzilla del que nos libramos el 2016.