CEO de Delosi
La esencia del negocio de una empresa es resolver un problema. Si no resuelve un problema, no hay negocio. Si alguien más lo resuelve mejor, no hay negocio. Por ello el incentivo a resolverlo de la manera más eficiente, escalable e innovadora, conduce a que gracias a ellas la vida de las personas mejore en el tiempo. Este es el contrato implícito que el libre mercado promueve entre la empresa y la sociedad.
Sin embargo, con el tiempo, hemos aprendido que al resolver los problemas de un individuo, también podemos crear otros con consecuencias negativas para la sociedad y el planeta.
Por ello, este contrato está amenazado por dos fuerzas que pugnan por sembrar y promover una gran desconexión.
La primera viene de algunas empresas que, ignorando este aprendizaje, ponen su energía en justificarse y resignarse en vez de tratar de resolver esas consecuencias negativas.
La segunda fuerza es la pérdida de la mirada virtuosa hacia la empresa por parte de la sociedad. Algunos sectores de la misma hoy reniegan y señalan como estigma las palabras empresario y gran empresa. Como si estas fueran un regalo o como si crecer fuese algo negativo. Sin considerar que hacer empresa es algo muy difícil y lograr que crezca es la aspiración de cualquier persona o familia que empieza.
Una empresa grande tiene mayores posibilidades de resolver problemas más críticos. Por lo tanto, una sociedad que se distancia de las empresas está renunciando a un vehículo de solución de sus problemas.
¿Cómo recuperar esta conexión?
Regresemos a la esencia de una empresa. Usemos la energía emprendedora para encontrar una mejor manera de hacer las cosas.
Pero también nos corresponde recuperar el valor de hacer empresa, desde los más pequeños, en las universidades y nuestras comunidades. Poniendo el foco y compartiendo los muchos casos ejemplares de empresas y líderes convencidas en servir a la sociedad y cuidar el planeta.
En “Juan Salvador Gaviota”, Richard Bach nos cuenta cómo el gran poder que tenía Juan Salvador era verse a sí mismo y a las otras gaviotas no por quienes eran ahora sino por quiénes podían ser. Creía profundamente en las posibilidades que la voluntad y la creatividad podían hacer realidad.
Hoy, como líderes, nos toca mirar a nuestras empresas no por lo que pueden hacer ahora sino por lo que pueden llegar a ser. Y a partir de esta convicción, perseguir incansablemente una mejor versión en la que sean catalizadoras de una sociedad más justa y un planeta nuevamente viable.
Personalmente, esta idea es la que me levanta cada mañana y le da sentido a cada adversidad que en el día a día se pueda presentar.