Consultor de Salud Preventiva en Marsh.
Sin duda alguna preservar la salud ocupa ahora, y especialmente en esta coyuntura, una de las principales preocupaciones para los empleadores. Y quizás las inquietudes que más suelen quitar el sueño por las noches, están relacionadas a cómo asegurar la continuidad del negocio, contener el impacto de la COVID-19 sobre la salud de los trabajadores y sus familias, y proveer un ambiente de trabajo (cuya definición ahora va mucho más allá del lugar físico desde donde se desempeñan las labores) donde el trabajador se sienta seguro y tenga plena confianza en que la organización haya tomado cartas en el asunto para cumplir esto último.
Además de ello, debemos tomar en cuenta algunas señales de alerta que se derivan del panorama actual, que rápidamente pueden constituirse en un deterioro, en algunos casos irreversible, de la salud y que requieren de una actuación inmediata. Una de ellas es la vigente barrera para que personas con condiciones crónicas como diabetes, hipertensión, problemas osteomusculares que requieren rehabilitación, alteraciones de la salud mental, entre varios más quienes, a causa de la emergencia sanitaria, han visto truncada la continuidad de la atención médica.
En segundo lugar, la creciente crisis de salud mental, que venía emergiendo como un problema de salud pública no controlado desde hace mucho tiempo y que se ha agudizado a raíz de la pandemia hoy en curso, de acuerdo a una encuesta poblacional realizada por el MINSA en mayo del 2020. Y en este último punto es importante resaltar que, los cambios en los regímenes y modalidades de trabajo han afectado en gran medida la carga laboral de los trabajadores, pero en especial a la mujer quien suele asumir la carga doméstica por encima de sus labores regulares en mucho mayor proporción que en el caso del hombre.
Es entonces relevante ahora poder abordar los problemas de salud con una visión estratégica que valore los riesgos de mayor impacto. Partiendo por realizar un mapeo, o en todo caso revisar el ya realizado, de la situación actual de los colaboradores y su grado de vulnerabilidad, incorporando tamizajes de salud mental, lo que permitirá actuar de forma anticipada y enfocar las intervenciones para garantizar:
- Contar con acceso oportuno a una atención médica y psicológica.
- Vigilar la salud de forma individual en aquellos casos donde el riesgo de deterioro de la salud es mayor.
- Mantener la salud de forma colectiva al identificar los factores de riesgo más prevalentes, como lo podrían ser sobrepeso, tabaquismo, mala alimentación, inactividad física y ahora, un bajo nivel de adherencia a las medidas preventivas frente a COVID-19.
Y de cara a la acción, ¿Qué camino, inmediato pero efectivo, debemos tomar para lograrlo?
1. Cambiar el modelo de atención tradicional de la salud. A través de un equipo de salud fortalecido y multidisciplinario que cuente con las capacidades para intervenir oportunamente a los colaboradores en los diferentes niveles de riesgo en los que puedan encontrase. Esto se traduce en salir a detectar casos más que atender a los que ya están presentando alguna dolencia.
2. Gestión centrada en las personas. Practicando la escucha activa, la empatía y buscando mecanismos ágiles para una retroalimentación constante.
3. Empoderamiento para la autogestión de la salud. Sensibilizar y educar, combatiendo el gran problema de la desinformación, y esto no solo al colaborador, sino a su entorno extralaboral, buscando la transformación del comportamiento dar soporte para la planificación de una estrategia familiar de prevención de enfermedades donde es la persona quien protagoniza y toma las riendas del cuidado de su salud.
Es interesante observar cómo las soluciones digitales en salud, un mercado que se encuentra creciendo con la celeridad de una onda expansiva, pueden contribuir en cada uno de los tres puntos citados previamente, ofreciendo una oportunidad para que las empresas soporten sus programas preventivos de salud y bienestar.
Felizmente existen algunos indicadores positivos de que, a nivel local, estamos reconociendo los riesgos emergentes y existen esfuerzos direccionados a gestionarlos. Un ejemplo de esto se vio reflejado en los resultados de la “Encuesta Reinventando los Beneficios y la Flexibilidad para el Nuevo Normal” realizada por Marsh Mercer Beneficios (MMB) en setiembre de 2020, donde 56% de las empresas participantes en Perú (versus 39% en Latinoamérica) respondieron que estarían implementando iniciativas para mejorar la salud mental en los siguientes 6 meses.
Esto último es particularmente satisfactorio tomando en cuenta que, en el estudio de Tendencias de Salud Mental en la región LAC 2019, desarrollado también por MMB, tan solo 13% de las empresas que respondieron en Perú, refirieron contar con políticas y/o programas para la gestión de la salud mental de los colaboradores.
Asimismo, en relación al trabajo remoto, 66% de las empresas peruanas encuestadas en setiembre del 2020, manifestaron que estarían implementando iniciativas en los próximos 6 meses para diseñar nuevos beneficios ajustados a esta modalidad de trabajo. Y esto cobra gran importancia, por ejemplo, para la prevención de lesiones osteomusculares, un riesgo que, hasta antes de la pandemia, se podía monitorear con mayor cercanía y controlar con medidas aplicables a nivel colectivo.
Prevemos que se tendrá un periodo no menor a 12 a 18 meses para el desescalamiento de las medidas para controlar la pandemia, tiempo en el cual debemos revisar frecuentemente nuestra estrategia, incorporar acciones para la contención de situaciones catastróficas de salud, y buscar constantemente la participación activa de los colaboradores como aliados en este desafío constante que es el mantenernos saludables.