Congresista
Uno de mis libros favoritos de cultura popular es casi desconocido para una inmensa mayoría de lectores. Se llama “A First-Rate Madness”, algo así como “Locura del Primer Nivel”. Se trata de una discusión histórica sicoanalítica que tiene como objetivo encontrar la relación entre las enfermedades mentales y el liderazgo político de personajes tan disímiles como Adolph Hitler, John F. Kennedy, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Abraham Lincoln o Winston Churchill.
El libro fue escrito en el 2011 por Nassir Ghaemi, director del Programa de Desórdenes del Comportamiento en el Centro Médico de la Universidad de Tufts y desató una interesante controversia por su “gran idea”: que las mismas cualidades que distinguen a quienes sufren desórdenes del comportamiento (“mood disorders”) –tales como las manías, las depresiones, la bipolaridad, etc.–son las que hacen posible que personas como las señaladas líneas arriba, desde Hitler a Churchill, se conviertan en grandes líderes en tiempos de crisis. Y es que, bajo la tesis del Dr. Ghaemi, el liderazgo excepcional no es un tema para personas normales.
Traigo a colación mi recuerdo de tan entretenido libro, a raíz de un comentario del sicoanalista Jorge Bruce acerca del presidente Castillo, en el sentido de que este sufriría del “síndrome del impostor” (La República, 08.11.2021). Afirma Jorge Bruce que “este podría ser el predicamento de Pedro Castillo: tener el síndrome (del impostor) y serlo”. Y agrega que “no quería ser presidente de la República porque, en su fuero interno, sabía que no estaría a la altura de semejante desafío”.
¿Pero qué es el síndrome del impostor? Para comenzar, no es una enfermedad mental. Por lo menos, no está reconocida oficialmente en el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de los Trastornos Mentales. Se trata, más bien, de una especie de fenómeno o sentimiento sicológico relacionado con la incapacidad que tienen algunas personas de internalizar sus logros y el miedo permanente que estas tienen a ser descubiertas como un fraude.
¿Cuán frecuente es este síndrome? Pues mucho más de lo que uno supondría. Lo sufren los perfeccionistas, para quienes nada es suficientemente bueno; los individualistas, que sienten que si piden ayuda no demuestran su valía; los “expertos”, que en su fuero interno no se reconocen como tales y temen, en consecuencia, ser descubiertos; los que se creen “superhumanos”, aunque sepan que en ellos no hay nada “súper” y que todo es resultado del trabajo duro en su necesidad imperiosa por “dar la talla”; y hasta los genios naturales, quienes viven agobiados y estresados en un estado de permanente autocrítica.
¿Cuál de estos perfiles corresponde al del presidente Castillo? No lo sé, y dudo que lo sepa el Dr. Jorge Bruce. Y dudo que lo sepa alguien más allá del estrechísimo entorno presidencial. Y es que, además de la ansiedad y la depresión, y de la aversión al riesgo, otra característica de quienes padecen el síndrome del impostor es la tendencia al aislamiento y a la construcción de muros por miedo a ser descubiertos.
Pero la observación casual por parte del Dr. Bruce de algunos de estos rasgos en el presidente Castillo no constituye prueba irrefutable de diagnóstico. Por más que se esté poniendo de moda realizar perfiles sicológicos a la distancia (ya sea en el espacio o en el tiempo), lo cierto es que la afirmación no deja de ser apenas una interesante e inteligente analogía, pero nada más. Pero incluso si lo fuera, ¿qué tan malo sería? Aunque el Dr. Ghaemi no haya incluido el síndrome del impostor entre el conjunto de anomalías o desórdenes de comportamiento por parte de los líderes analizados en su libro, lo más probable es que en la semilla del síndrome del impostor exista también el germen que inspire grandeza. Después de todo, nada es imposible en el mundo de la simple especulación.