INVERSIÓN MINERA. La semana pasada se realizó en Arequipa la trigésima quinta edición de Perumin, el evento minero más importante del país. Y aunque el panorama no parece muy esperanzador, hubo lugar para un mesurado optimismo, tanto de parte de los participantes como de algunos altos funcionarios estatales como los titulares del MEF, Kurt Burneo, y del BCR, Julio Velarde. Quien no parecía estar al tanto de la realidad del sector fue el presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, encargado de clausurar la conferencia.
En medio de la crisis política –autogenerada por el propio gobierno de Pedro Castillo– y el enfriamiento de la economía, la producción minera metálica también está siendo afectada por la reducción de la demanda externa, sobre todo en China, que es el principal comprador de cobre, pues su economía se ha enfriado notoriamente debido a su cuestionada política de cero covid. El BCR proyecta que este año el PBI minero metálico crecerá apenas 1.6% (menos que el PBI total). Lo preocupante es que a inicios de año la entidad esperaba una expansión de 5.9%.
¿Qué ocurrió? Los conflictos sociales en buen número de minas, sobre todo en el corredor sur, no concitaron demasiado interés de parte del Gobierno para generar diálogo de manera ordenada y respetando la ley. Las consecuentes paralizaciones de las operaciones redujeron la producción, en particular de Las Bambas, que al ser la más grande, tuvo un mayor impacto en las cifras (y en la menor generación de divisas por exportación).
Volviendo a Perumin y el mesurado optimismo observado, se hicieron interesantes anuncios en torno a la reactivación de algunas inversiones, así como de nuevos proyectos. Pero también se hizo hincapié en la falta de proyectos próximos a entrar en operación. Es que con la puesta en marcha de Quellaveco (cobre, en Moquegua), que ya enfrenta problemas (ver página13), la cartera de minas listas para empezar a funcionar quedará vacía, algo que no ocurría en el país desde el siglo pasado. Los anuncios que hizo Burneo para calmar los ánimos, como descartar cualquier nuevo impuesto a la minería, apuntaban a la inversión, pues las minas en operación cuentan con convenios de estabilidad tributaria.
Quien no parecía tener la intención de calmar a nadie fue Torres. Una vez más repitió el guion: asegurar que la inversión privada es bienvenida, pero si respeta a los trabajadores y paga impuestos –también repitió el concepto hasta ahora no explicado de “enfoque territorial”–. El premier se equivocó de audiencia, pues ese discurso debería estar dirigido a la minería ilegal.