POLÍTICA EXTERIOR. Nuevamente el Congreso actúa de manera inadecuada confundiendo su deber de fiscalización con una forma torpe de interferir en las labores del presidente. Los parlamentarios no consiguen ponerse de acuerdo para pedir explicaciones a la congresista Digna Calle, pero sí logran negarle un viaje a Europa a Pedro Castillo, olvidando que esta decisión afecta más la imagen del Poder Legislativo que la del mandatario y que finalmente perjudica las relaciones internacionales del país.
Es la segunda vez que Castillo no recibe autorización para salir del país, y más allá de las diferencias políticas existentes no se debe olvidar que quien dirige la política exterior es el presidente de la República. Esta decisión no solo ha sido criticada por el Gabinete ministerial sino también por el representante del Perú ante la Organización de Estados Americanos, Harold Forsyth.
Pero si bien el Congreso se equivocó, no ha sido el único responsable de lo sucedido. Esta responsabilidad también es compartida por el Ejecutivo. Primero por la Cancillería, pues antes de que los parlamentarios pusieran a votación la autorización del viaje no se informó de manera adecuada su importancia, algo que sí hizo el canciller, César Landa, luego de que la negativa fuera dada: hay “agendas previstas con el fondo de alimentación de Naciones Unidas para fortalecer la lucha contra la inseguridad alimentaria”, dijo Landa luego de la negativa, pero hubiese sido importante que todas estas explicaciones se dieran antes.
Sin embargo, también el presidente Castillo es responsable de esta negativa. Siendo el líder de la política exterior peruana no se han mostrado evidencias de lo obtenido para el país en los viajes anteriores. Más allá de las críticas que puedan existir respecto a los discursos desplegados ante las Naciones Unidas o en las reuniones ante empresarios extranjeros, hubiese sido importante que el Gobierno presentara evidencias de cuán beneficiosos fueron para el país los contactos generados por el mandatario y su equipo durante estos viajes.
Es evidente que el presidente de un país no viaja para hacer turismo, lo hace para generar contactos y lograr apoyo en diversos sectores para conseguir mejoras significativas en su país, ya sea a nivel de nuevas inversiones, colaboración en materia social o tecnológica, acuerdos bilaterales, etcétera, pero si no puede presentar resultados concretos es poco lo que puede exigir.
Todos los poderes del Estado deben recordar que, en el exterior, el Perú se presenta como un Estado, más allá de quién ocupe la Presidencia en ese momento, y lo importante es trabajar para mantener una buena imagen.