POLÍTICA DEPORTIVA. El 28 de julio, el ciclista Egan Bernal se convirtió en el primer colombiano (y latinoamericano) en conquistar el Tour de France. Su compatriota Nairo Quintana había quedado segundo el 2013 y el 2015, además de haber ganado el Giro d’Italia (2014) y la Vuelta a España (2016). El 13 de julio, la dupla colombiana de Robert Farah y Juan Cabal campeonó en Wimbledon –fueron los primeros de su país en hacerlo–. A estos triunfos hay que agregar las medallas olímpicas obtenidas por deportistas colombianos en Londres 2012 y Río 2016 (ocho en cada ocasión), y la enorme cosecha de preseas en los últimos Panamericanos, incluida Lima 2019.

Estos éxitos no son producto de la casualidad, sino el resultado de un trabajo planificado, serio y de largo plazo. El apoyo al deporte de alta competencia es política de Estado en Colombia y constituye un modelo que el Perú debería imitar, pues gracias a los juegos de Lima, es claro que el país tiene potencial deportivo –con o sin medallas, nuestros representantes están demostrando un amor a la camiseta conmovedor–.

Colombia comenzó, hace dos décadas, con el apoyo del Estado a sus “deportes prioritarios”: atletismo, halterofilia y ciclismo, aunque con el paso del tiempo se ha convertido en un “todoterreno” y tiene campeones y medallistas en muchas más disciplinas –como tenis, boxeo, gimnasia, judo o taekwondo–.

Los fondos públicos no se destinaron solamente a infraestructura. También se enfocaron en la caza y desarrollo de talentos, contratación de entrenadores de primer nivel, quienes trabajan todo el año para que la preparación de los deportistas sea continua, y la dotación a cada deporte de equipos médicos y técnicos. Asimismo, fomenta la profesionalización con incentivos económicos, y promueve la participación del sector privado, sobre todo en la etapa de formación, que es la que más recursos requiere.

Gracias a los Panamericanos, Lima ya cuenta con infraestructura de primer nivel, pero se tendría que invertir en el interior –Huancayo tiene un centro de alto rendimiento para fondistas–. Además, está el surf como caso de éxito de trabajo en equipo y a largo plazo. Pero hace falta mucho más. Para empezar, es necesario definir responsabilidades para el manejo de los recintos deportivos.

Luego, habrá que elaborar un plan de desarrollo, terminar con las disputas entre dirigentes –motivo de la ausencia del básquet peruano en Lima 2019 y de los constantes cambios de cuerpos técnicos en el vóley femenino–, y convocar al sector privado, que en su gran mayoría se conforma con anunciar su “orgullo peruano”, pero no siempre patrocina a los deportistas cuando más lo necesitan: al inicio de sus carreras.