ELECCIONES. Mientras el Gobierno atraviesa sus horas más difíciles, en buena parte gracias a sus propios errores en el discurso y estrategia para enfrentar las protestas en su contra, algunos congresistas parecen incapaces de comprender tanto la gravedad de lo que viene pasando como el hecho de que lo que hay detrás son varios motivos –incluyendo reclamos justos– y no solo una única estrategia organizada de algunos grupos violentos o con intereses subrepticios (que por supuesto existen, pero no explican la totalidad de lo que estamos viendo).
En este momento es claro que el único de los cuatro principales reclamos que de las marchas –adelanto de elecciones generales, Asamblea Constituyente, cierre del Congreso y renuncia de Dina Boluarte– que es al mismo tiempo apoyado por la mayoría del país y posible de encaminar democráticamente en el corto plazo, es el adelanto de elecciones. Hoy no existe una vía democrática para materializar una disolución del Congreso (no se han dado los supuestos) ni para convocar a una Constituyente (se requeriría de una reforma constitucional previa que lo permita, como ocurrió en Chile). Y si bien la renuncia de Boluarte es una posibilidad, no hay cómo saber si el escenario resultante, sobre el que nadie tiene certeza, sería uno que aliviaría la crisis, o si la empeoraría.
Editorial anterior: Mucho por hacer
Es por ello difícil entender por qué el Congreso viene postergando innecesariamente la ratificación de la reforma ya aprobada para adelantar las elecciones al 2024. Varios políticos y analistas han sugerido adelantar la fecha de la legislatura en que dicha ratificación podría ocurrir, pero ayer la Comisión de Constitución aprobó proponer que esta empiece recién el 15 de febrero (¿llegaremos?). Ello pues aún está pendiente el debate de otras reformas constitucionales que se pretenden aprobar junto con el adelanto de elecciones. Pero este ya no es el momento de seguir debatiendo reformas de fondo, como la bicameralidad o cambios a la composición del sistema electoral. Lo que la situación exige es que se apruebe cuanto antes una salida de emergencia.
Peores aún son las voces que sugieren incluso que quizá ya no sea necesario adelantar las elecciones. Una mirada miope que descansa en la ilusoria idea que las protestas eventualmente frenarán si el Gobierno las continúa enfrentando como lo viene haciendo. Pero lo cierto es que, si las cosas siguen como están, una eventual renuncia de Boluarte se hace cada vez más probable.