POBREZA. El INEI suele publicar en mayo sus resultados de pobreza monetaria en base a la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del año previo –los sondeos los realiza durante los doce meses–. La agencia no ha informado si dará a conocer las cifras correspondientes al 2020 el próximo mes, siguiendo la costumbre, o si postergará la fecha, pues el año pasado hubo inconvenientes para realizar encuestas mientras duró la cuarentena general. Sin embargo, algunos centros de investigación ya han realizado proyecciones y, como era de esperarse, estas no son positivas.
Uno de ellos es Macroconsult, que calcula un alarmante salto de 6 puntos porcentuales, del 20% de pobreza monetaria en el 2019 a 26% el año pasado, como consecuencia de las masivas pérdidas de empleo generadas por la pandemia, lo que a su vez redundó en la reducción de los ingresos de las familias. Con dicho porcentaje de población en situación de pobreza, el Perú retrocedió ocho años, al nivel registrado en el 2012. Dado que según la metodología del INEI, lo que se mide es la capacidad de gasto de los hogares, ello significa que, en promedio, el gasto de los peruanos ha retrocedido más que el PBI, que cerró el 2020 en niveles similares a los del 2015 (en términos reales).
Y aunque este año el PBI se acercará al del 2018 –y posiblemente equipare al del 2019 a fines del primer trimestre del próximo año–, Macroconsult proyecta que la pobreza monetaria solo se reducirá hasta 24% este año y que ese porcentaje se mantendrá en el 2022, con lo que solo se habrá alcanzado un nivel similar al del 2013. Una contracción del PBI afecta con mayor magnitud al empleo y, por ende, a los ingresos de las familias, que en el caso de la mayoría de peruanos equivalen a su gasto. Y una recuperación económica impacta muy lentamente en la reactivación del empleo.
Ese efecto ya se ha visto en los últimos meses, pues mientras la economía salía de la recesión, los puestos de trabajo seguían escaseando. Es por ello que esperar que la reactivación “chorree”, como se hizo en el pasado, no sería una política sensata, sino que el foco de la agenda de corto plazo tiene que ser repensar la política social a fin de que trascienda el objetivo de alivio de la pobreza y se comience a diseñar programas sociales productivos cuyo fin sea eliminar la vulnerabilidad (riesgo de caer en pobreza) y potenciar capacidades que hoy son dejadas de lado. Un punto de partida sería una estrategia de digitalización y bancarización de los beneficiarios. Seguir como hasta ahora ya demostró ser sumamente ineficiente.