MIRANDO AL INTERIOR. El BCR revisó ligeramente a la baja su proyección de crecimiento del PBI para este año: del 3.0% calculado en setiembre, a 2.9%, tasa más optimista que la predicción del MEF (algo que rara vez ocurre). La autoridad monetaria publicó su data actualizada el 16 de diciembre, justo cuando el país vivía protestas violentas que se cobraron 27 vidas –más los fallecidos que no pudieron recibir a tiempo tratamientos de emergencia por el bloqueo de carreteras, incluidos tres lactantes–. El BCR señala que para el periodo 2022-2024, el PBI crecería alrededor de 3%, pero advierte que sus proyecciones “asumen un entorno de relativa estabilidad social”.
¿Habrá estabilidad social? Si bien la turbulencia ha amainado, el riesgo continúa latente, en algunos departamentos más que en otros, sobre todo en los que el crecimiento económico es más modesto que el nacional. Datos del INEI del tercer trimestre muestran una enorme brecha. En ese periodo, el PBI nacional se expandió apenas 1.7% (el peor del año), respecto del mismo periodo del 2021, pero en 15 departamentos la tasa fue todavía menor, entre ellos ocho que tuvieron caídas. Que no sorprenda que en ese grupo figuren los que se llevaron la peor parte de la turbulencia. Los PBI de Apurímac, Ayacucho, Huancavelica, Ica, Piura y Puno registraron contracciones, mientras que los de Cusco, La Libertad, Madre de Dios y Ucayali aumentaron menos que el promedio nacional.
Es que el descontento social no tiene sus raíces únicamente en la inestabilidad política, sino que también obedece a factores económicos. Esa comprensible percepción de abandono se habría exacerbado este año, paradójicamente, por la ineptitud del Gobierno de Pedro Castillo. El ejemplo más vergonzoso es la postergada (una y más veces) importación de urea, proceso que se inició en mayo y que todavía no se materializa –quizás vuelva a aplazarse más allá de enero–. Pero hubo otro descuido, más perjudicial, y que también ha perjudicado a la agricultura departamental: la sequía en la sierra, que se reflejó en los resultados negativos sectoriales de siete departamentos y los magros incrementos en otros seis.
La diferencia de resultados económicos entre la capital y los departamentos, otra costosa consecuencia del centralismo, nos está pasando factura en estos momentos. Para terminar, cabría preguntarle al BCR por qué sigue usando la inflación de Lima como indicador para todo el país, pese a que el INEI publica la inflación promedio nacional (desde el 2002). Por cierto, la del interior del país es bastante más alta que la limeña.