Dina Boluarte extendió su discurso por más de 3 horas. (Foto: GEC)
Dina Boluarte extendió su discurso por más de 3 horas. (Foto: GEC)

Si en febrero el Gobierno de presentó un proyecto de reforma para adelantar las elecciones generales y exigió al Congreso a que lo apruebe, el tono general de su reciente mensaje por ha dejado más bien clara su intención de quedarse hasta el 2026. De hecho, la presidenta no llegó a sugerir en ningún momento que la idea de adelantar las elecciones siga entre sus planes.

En vez de ello, su discurso se centró –como suele ocurrir y como comentamos ayer en esta misma página (ver Editorial del 31/07/2023)– en destacar los principales logros y avances de su gestión, así como en los planes de políticas públicas y proyectos de inversión en los que viene trabajando el Ejecutivo.

Todo ello, según la propia Boluarte, “en el contexto de lo que podríamos denominar el espíritu del bicentenario”. Sin embargo, la pregunta que quedó abierta tras tantos anuncios es si la percepción de la presidenta sobre qué implica ese contexto está realmente anclada en la realidad.

En tiempos de estabilidad política y con un Gobierno que goce de un mínimo de legitimidad –tanto de origen como de ejercicio–, un mensaje como este no destacaría demasiado respecto de otros discursos por Fiestas Patrias (aunque un poco más de autocrítica y de puntualidad sobre cómo piensa financiar las iniciativas que mencionó habrían sido bienvenidas).

No obstante, el contexto político que vive el país no es ese. Como hemos mencionado varias veces aquí, la crisis política que venimos arrastrando desde hace años está lejos de haberse resuelto, mientras que la situación del actual Gobierno es más bien una de precariedad. Sobre todo considerando que no cuenta con bancada propia, partido propio, ni con el suficiente apoyo popular como para estar relativamente seguro sobre sus posibilidades de sobrevivir hasta el 2026.

Si Boluarte realmente planea permanecer en la presidencia, es crucial que entienda que necesita empezar a hacer política de verdad: gestos reales que la acerquen a la población (como una disculpa más sincera por las muertes en las protestas y una definición más clara de responsabilidades), un acercamiento más formal a las bancadas que hoy la sostienen y mejorar su comunicación política (pocos escucharán un discurso de tres horas). De no hacerlo, la presidenta podrá ser muy firme en su intención de quedarse hasta el 2026. Pero la realidad política podría sobrepasarla, como ya nos ha ocurrido antes.

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