Redacción Gestión

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Anticorrupción. El jueves de la semana pasada se realizó en Londres la , evento que adquirió una inusitada trascendencia a la luz de los Panamá Papers, que reveló el extendido uso que hacen empresas y personas de los beneficios que ofrecen los paraí- sos fiscales. Uno de ellos es el anonimato de los propietarios de las compañías que allí se constituyen, que es aprovechado para el lavado de dinero proveniente de la corrupción y el narcotráfico, así como para eludir el pago de impuestos. Hay que precisar que muchas empresas también se amparan en ese esquema por razones de estrategia corporativa, o por seguridad.

Los resultados de la cumbre incluyen una nueva polí- tica del Gobierno de Reino Unido que obligará a todas las empresas extranjeras a revelar quiénes son sus verdaderos propietarios –incluyendo 40 territorios de ultramar, muchos de ellos paraísos fiscales–. Otros once países acordaron seguir los pasos británicos, aunque Estados Unidos no figura entre ellos.

En vista de que los tentáculos de la corrupción abarcan más que la constitución de empresas fantasma en paraí- sos fiscales, 42 países presentaron planes de acción para combatirla, entre los que figuran cuatro latinoamericanos (Argentina, Brasil, Colombia y México). Un día después de la cumbre, la presidenta chilena, Michelle Bachelet, se reunió con el primer ministro británico, David Cameron, y uno de los temas que tocaron fue la corrupción.

Quien sí participó en el evento como panelista fue el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Nuestro mandatario, Ollanta Humala, también estuvo en Europa, pero el fin de semana previo, en España, y ocupado en otros menesteres menos escabrosos que debatiendo en un foro internacional.

No queremos minimizar, en absoluto, la importancia de fortalecer nuestros lazos con la Madre Patria, pero consideramos que los esfuerzos diplomáticos del Perú deben tener un mayor alcance. La corrupción atenaza nuestro desarrollo, además que es causa principal de la inseguridad y la violencia delincuencial que nos aquejan. Suponemos que era más conveniente asistir a la botadura de un barco en Vigo que reconocer, en Londres, que la política anticorrupción del Perú es débil y poco efectiva.