Tal vez alguna persona asidua lectora de Gestión pueda pensar en este momento: “¿Se va a escribir sobre la brecha salarial otra vez?”. La respuesta es sí. Pero, lejos de ser una “noticia” recurrente (o repetida), es un problema que hasta ahora no tiene luz al final del túnel.
Los números hablan por sí solos. El ingreso promedio mensual de trabajadores y trabajadoras fue S/ 1,674.4 en el 2023: mientras los hombres gozaron de S/ 1,873.5 en promedio al mes, las mujeres recibieron S/ 1,405.1 en ese periodo. Es decir, un grupo ganó 33.3% más que el otro.
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Esta data se “burla” de una de tantas leyes: la N° 30709, que prohíbe la discriminación remunerativa entre varones y mujeres. Un intento de igualdad que se queda en el olvido.
Además, mientras el 69.3% de los hombres que trabajan están en la informalidad, esta cifra sube a 73.4% cuando se trata de las mujeres. Escenario que, por supuesto, presiona a la baja los salarios de unos más que de otros.
Estos números esconden historias con niñas y mujeres tratando de avanzar en una sociedad que no todo el tiempo busca darle las mismas oportunidades y, por el contrario, se empecina en ponerles zancadillas. No vale aplicar aquí alguna frase cliché como “hay que echarle ganas” o “si yo pude, tú también”, porque lo que se necesita son condiciones que deben ser dadas por el Estado, así como por los privados.
Podemos incluso hablar de mujeres que tal vez ni siquiera podrán acceder al mercado laboral por el escenario en el que desarrollarán sus vidas. Pero, por colocar un ejemplo en este contexto de brecha salarial, a las mujeres se les asigna una carga desproporcional de las labores domésticas y del cuidado de la familia, que termina alejándolas del trabajo o las empuja a la informalidad. Además, se han creado esta suerte de “puestos de trabajo de mujeres” que no hacen más que excluirlas de ciertas posiciones y sectores.
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El rol del Estado es clave. No solo debe publicar leyes o mostrar intenciones vanas. Este es un trabajo que empieza desde la salud en la niñez y adolescencia, así como enla educación, con un enfoque claro de igualdad. Se necesita un Estado que al menos reconozca que hay un problema para hallar alternativas de solución.
El mundo empresarial también tiene sus propios retos y urgen cambios, pues como describió Apoyo Consultoría (Gestión 24.11.2023): “La desigualdad salarial no solo es resultado de características observables y decisiones que ponen en desventaja a las mujeres en el mercado laboral, sino también de la discriminación y sesgo”.
Este segundo punto, Apoyo lo resume muy bien: al comparar a hombres y mujeres muy similares, que cuentan con el mismo nivel de educación y experiencia laboral, y que trabajan en empresas muy parecidas y en las mismas profesiones u ocupaciones, se encuentra que la brecha de ingresos no se elimina, sino que persiste una diferencia de 15%. Estos sesgos inconscientes o de discriminación son más marcados en el caso de mujeres en edad fértil, en empresas informales o más pequeñas, y en sectores donde la participación de mujeres es más reducida.
Un estudio de McKinsey muestra que por cada 100 hombres promovidos, hay 87 mujeres. Según la consultora, las mujeres ascienden sobre la base de su experiencia, mientras que los hombres por su potencial.
El espacio queda corto y la problemática es grande. Sin embargo, es necesario que estos temas sigan vigentes, y no solo cada marzo, para su discusión y diálogo. Y sí, hay algunos casos de éxito y situaciones personales que merecen ser resaltadas, pero no son el común denominador.
Editora de Economía y Finanzas del diario Gestión. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Con 9 años de experiencia profesional en el rubro.
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