Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico.
Luego de la recesión del 2023 (-0.6%), se adelantan previsiones del crecimiento de nuestra economía, para el 2024, entre +2.5% y +3.0%. Es decir un rebote débil y que serviría de poco para mejorar el bienestar de la ciudadanía.
Más aún subsisten muchos factores, internos y externos, para que el crecimiento pronosticado sea corregido hacia abajo, como ocurrió el año pasado cuando las autoridades y muchos analistas estimaron un crecimiento por encima del +4%.
Empero, en las últimas semanas ha surgido un cauto optimismo sobre la economía peruana para el presente año. Ello pese a que se reconoce, en forma unánime, que la situación política enredada no ayuda, antes bien complica.
Hasta un reputado periodista internacional como Andrés Oppenheimer, en reciente artículo manifestó “La política del Perú es un desastre, pero el país tiene más estabilidad económica que muchos de sus vecinos”. Ello es cierto, pero el compararse con otros que están peor, no satisface en absoluto.
Oppenheimer declara que el Perú tiene una “economía relativamente sólida”. Él basa su opinión en que el país tiene un Banco Central (BCR) independiente con su presidente, Julio Velarde, quien ya 16 años en el cargo; en que tenemos una inflación relativamente baja; y en que el BCR tiene las mayores reservas de divisas de la región en relación con su economía.
Se equivoca Oppenheimer por omisión. Los argumentos que expone, siendo irrebatibles, desconocen otros aspectos económicos que están mal. La pobreza, el efecto más dramático de la economía de un país, se ha estado incrementando, más allá de las consecuencias de la pandemia del covid-19.
Inversiones
Las inversiones siguen deprimidas. Hay mucho interés, pero los capitalistas no se arriesgan ante la enorme incertidumbre imperante, la inseguridad jurídica, la excesiva regulación y los trámites interminables. La lista de proyectos en minería, energía, infraestructura portuaria, ferrocarriles y carreteras, agricultura, petroquímica, industria, servicios, turismo y otros sectores es enorme, pero pocas se concretan y la mayoría se postergan.
Esa carencia básica de inversiones, junto con la ineptitud y corrupción de la mayoría de las autoridades nacionales y subnacionales, y la trifulca colosal entre todas ellas, es la que impide la creación de puestos de trabajo formales. Los informales, en su mayoría, subsisten al día, perdiendo de a pocos su capacidad adquisitiva, en un círculo vicioso, de disminuir el consumo, afectar a las empresas operativas y poner en riesgo a nuevas inversiones.
Quienes sí invierten y operan son los mineros ilegales y los narcotraficantes. Ellos no sólo obtienen, perversamente, ingentes ganancias con sus trabajos ilícitos, sino que usan parte de ellas para degenerar a las instituciones, vía la coima y la amenaza a las distintas autoridades, consiguiendo de ellas simultáneamente protección y facilidades para sus actividades.
Negocios ilegales
Esos negocios ilegales, al necesitar “blanquear” el dinero ganado ilícitamente entran a diversos sectores creando empresas legales. En algunos casos realizando una competencia desleal a empresas formales, pues no les importa la rentabilidad sino que el dinero emerja, luego, legalmente a la economía.
La inserción de dólares en la economía peruana de esos negocios ilegales, serían parte de la explicación de cómo en el periodo 2021-2023, la inflación fue de 17%, mientras el dólar se mantuvo, con algo de volatilidad, en el mismo precio y (S/.3.71 / US$1 dólar) en dicho periodo, y ello en medio de una alta incertidumbre en el país.
Si la economía estuviese bien, no habrían emigrado al exterior en los últimos tres años más 1.3 millones de peruanos. ¡Hasta miles de venezolanos, que emigraron hacia el Perú anteriormente, están regresando a su país o buscan otros destinos!
La economía también es afectada por la emigración anotada, pues muchos profesionales se están yendo. Esa fuga de talento, aunada a la muy defectuosa educación en los colegios públicos, y en muchos privados, está provocando una baja productividad.
La economía está igualmente impactada por una pésima red de salud. Un hecho concreto es que la esperanza de vida de los peruanos ha disminuido de 76 a 73 años en el último quinquenio. Ello no se refiere a los más de 200,000 fallecidos por la pandemia, sino a los que estamos vivos aún. ¡Tres años menos en promedio es una tragedia!
Y ello se debe a que si bien oficialmente la pandemia concluyó, las secuelas en los que sobrevivieron, van dolorosamente acortando sus vidas al no contar con recursos para paliar o curar sus padecimientos. La anemia, la tuberculosis, el dengue y otras enfermedades mal atendidas cobran su cuota mortal. La excesiva demora para que a uno lo traten u operen, de algo necesario, en el sistema público o en EsSalud, es una desdicha adicional.
Inseguridad
Otro impacto negativo es la gran inseguridad personal y empresarial. Los diarios, redes sociales y noticiarios nos sirven cotidianamente un menú de robos, asesinatos, estafas y extorsiones. Ya salir de casa para estudiar, trabajar o simplemente divertirse, resulta una actividad peligrosa. Como resultado la gente se retrae, el consumo se reduce y la economía sufre.
Otro asunto complicado es la disminución de los ingresos tributarios, y la imposibilidad de lograr la meta de déficit fiscal de 2%, que puede llevar a una baja de la calificación de nuestra deuda soberana y un aumento del costo del financiamiento.
Asimismo, hay otros ingredientes externos que pueden impactar negativamente nuestra economía, como son la lucha hegemónica entre EE.UU. y China, el fraccionamiento de la economía mundial en dos o tres bloques, el incremento de los costos logísticos, el aumento del precio del petróleo, la ramificación regional de las guerras Israel-Gaza y Rusia-Ucrania, y la elección de Trump en noviembre.
El plan de austeridad establecido por el MEF; el dinero que circulará por el nuevo retiro aprobado de las AFPs, que tiene sus consecuencias negativas; el entusiasmo por la reunión de APEC; y el avance del Puerto de Chancay, darán un ánimo de confianza, pero son un bálsamo menor para el crecimiento de la economía.
Sí ayudará a sostener nuestra economía el precio del cobre y del oro que ante las innovaciones, el primero, y ante la incertidumbre mundial, el segundo, tendrían precios altos en el presente año.
Usualmente las opiniones de Oppenheimer me merecen gran interés y consideración, pero en este caso le ha faltado informarse algo más, pues la economía peruana no está lo sólida que le parece. El 2024 será otro año espinoso que pagaremos con la tuya y con la mía. El Perú es un país enfermo que vive de crisis en crisis.
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