Presidente del Consejo Privado de Competitividad
Una encuesta mundial de Ipsos sobre la situación del crimen ubica al Perú como lamentable líder de este ranking con un 63% de la población señalando que este es su principal problema. El dato toma un dramático contexto cuando se observa que el promedio mundial es de 32% y que en el año 2001 sólo el 6% de los peruanos lo consideraban entre las principales preocupaciones. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
La criminalidad tiene un correlato directo sobre la economía que lo vienen sintiendo todos los actores económicos del país, en particular, los pequeños negocios. Así, de acuerdo con una reciente encuesta de Ipsos a 1500 bodegueros de la red de Backus, un 84% señalaron al problema de la inseguridad o extorsión (robos, destrucción de propiedad, pago de cupos) como el problema más grave que enfrentan sus negocios. En Lima Metropolitana y el Norte del País, el porcentaje subía a 86% y 90%. En el contexto actual de recesión económica, donde no parece existir una política estructurada para combatir este terrible flagelo, es fundamental contar con un diagnóstico de la dimensión de los costos económicos que le viene significando al país y de sus determinantes, de forma tal que nuestros hacedores de políticas públicas puedan definir de manera clara las acciones que ayuden a la remisión del problema.
¿Cuál es el costo económico de la criminalidad? Varios estudios como los del Banco Mundial (2001) y BID (2017) nos presentan un survey de diferentes perspectivas para su cálculo. Una forma, por ejemplo, es asumir una perspectiva contable, donde las categorías usualmente tomadas en cuenta son los recursos gastados por las fuerzas del orden; procesos judiciales; cárceles; el dinero gastado por el sector privado de manera directa en seguridad; el potencial de producción pérdida por el fallecimiento o invalidez de las víctimas; gastos de salud y psicológicos asociados; la pérdida de valor descontado neto de la “transferencia” de propiedad de la víctima al victimario; la disminución de la inversión legal causada por el crimen; la menor productividad de los negocios; pérdida de capital humano; entre otros. La utilidad de estos cálculos permite no sólo darle mayor visibilidad al problema sino también identificar la variedad de distorsiones económicas que terminan afectando nuestra competitividad.
En el estudio del BID (2017) se realiza un análisis comparativo para 17 países con datos del 2014 para medir el costo del crimen. El estudio enfatiza tres dimensiones de esta problemática: el gasto público; el gasto de los hogares y empresas; así como los costos sociales en términos de victimización y de los encarcelamientos. Los cálculos encuentran que en promedio Latinoamérica registraba un costo relacionado al crimen que representa el 3,5% del PBI. En esta muestra, el Perú ocupaba el puesto 13 con un costo estimado del crimen de 2,8% del PBI, siendo segundo más alto de la Alianza del Pacífico. Ahora bien, teniendo en cuenta la reciente trayectoria de los registros de criminalidad en el país, la percepción de la población sobre su incremento y los efectos sobre el desarrollo de sus negocios, estimamos que el costo del crimen en el Perú se habría incrementado al menos en 25% en estos cerca de diez años; es decir, hoy estaría representando más del 3,5% del PBI.
¿Y cuáles son las causas detrás de esta dinámica criminal? La literatura encuentra diferentes factores determinantes detrás de este azote: la economía, el nivel de disuasión del crimen (presencia policial y severidad de las penas); características demográficas (edad y género); estructura familiar (presencia del padre o la madre, número de hijos por familia); polarización social; presencia y/o dominio profundo de actividades criminales (e.g. narcotráfico, minería ilegal, etc.), capital social (e.g. nivel de confianza entre los ciudadanos), la inercia histórica del crimen; así como otros de carácter específicos desarrollados en base a micro datos en cada país. Sin embargo, de estos, son los factores económicos los que consistentemente se revelan como detonantes de los cambios de tendencia en todos los países en diferentes estimaciones econométricas. Así detrás del mayor crimen está el retroceso continuo del crecimiento del PBI; el incremento de la desigualdad; subidas de la tasa de pobreza; bajo nivel de escolaridad adulta, entre los principales.
En un escenario como el peruano, en el que la economía ha venido desplegando una clara desaceleración desde hace una década, llegando hoy a un contexto de recesión, el famoso slogan utilizado por Bill Clinton en 1992 - “¡es la economía, estúpido!”- que llamaba a enfocarse en los problemas de la vida cotidiana y necesidades inmediatas, parece resonar con fuerza detrás del incremento del crimen en el país. En otras palabras, está muy bien que se estén diseñando acciones disuasivas para combatir la delincuencia, pero si la economía sigue en picada, es altamente probable que las políticas de “mano dura” solucionen muy poco.