CEO & Co-fundadora GenderLab
Esta fue la pregunta que en noviembre del año pasado un periodista neozelandés le hizo a la -en ese momento- primera ministra de su país, Jacinda Ardern, y a su homóloga, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin. La respuesta de ambas fue contundente.
Marin respondió de forma directa señalando que se reunían porque eran las primeras ministras de sus países, mientras que Ardern preguntó si alguien alguna vez le había preguntado a Barack Obama y Jhon Key (predecesor de Ardern) si se reunían sólo porque tenían edades parecidas. Evidentemente no.
Esta no era la primera vez que las mandatarias recibían este tipo de preguntas. Ardern era y Marin es de las pocas jefas de gobierno mujeres del mundo, además entre las más jóvenes.
Estos elementos gatillan una serie de sesgos inconscientes que hacen que aún hoy, en pleno siglo XXI el imaginario colectivo esté impregnado de una presencia masculina cuando de posiciones de liderazgo se trata, ya sea a nivel político, como también en el ámbito privado. De hecho, el reciente estudio de LLYC -Mujeres Sin Nombre- sobre los avances en la presencia de la mujer en medios de comunicación, nos permite poner en números esta situación y dimensionar la problemática.
De acuerdo al reporte, aún hay 2.5 veces más noticias sobre hombres que sobre mujeres en los medios de comunicación. Y cuando las noticias incluyen mujeres, hay algunas tendencias interesantes de observar.
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Por ejemplo, la misma investigación encontró que la mención explícita al género es 2.3 veces más frecuente en el caso de las mujeres que en el caso de los hombres, siendo especialmente marcado cuando se habla de talento, liderazgo o deporte. De hecho, yo lo he hecho de manera intencional en este artículo y lo más probable es que la referencia haya pasado inadvertida. La frase a la que me refiero está en cursivas en el párrafo anterior: “jefas de gobierno mujeres”.
Esta referencia expresa al género en el caso de las mujeres no sólo es gramaticalmente innecesaria, sino que no es inocua. Tal como señala la investigación de LLYC, esta referencia se hace porque a las profesionales femeninas se les asocia más con su género y condición de mujer, lo que equivale a poner dicha condición sobre los méritos de la persona. Esto en el imaginario resta a su presencia y autoridad y, como señala el estudio, se hace en mucha menor medida con los hombres.
Otro dato interesante del estudio de Mujeres Sin Nombre es que hay 4 veces más referencia a la familia cuando se aborda el tema de mujer y empresa que cuando se trata la misma cuestión respecto de los hombres.
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Es como una suerte de recordatorio de que si bien las mujeres hoy tienen una vida pública, hay un rol primario que deben atender, lo que no ocurre en la misma medida con los hombres a quienes por ejemplo, es muy raro que se les pregunte sobre sus estrategias para conciliar su vida familiar y laboral. En el caso de estos últimos la vida laboral suele ser el único foco de las entrevistas en las que participan.
Los medios de comunicación, en sus distintos formatos, son pieza fundamental en la formación de imaginarios colectivos. A quiénes vemos como personas expertas en distintos ámbitos, en quiénes reconocemos autoridad a través de los aportes en prensa y cuáles son sus atributos y características son aspectos que vamos construyendo de manera inadvertida a través de lo que escuchamos, vemos, leemos.
Es importante seguir incluyendo y visibilizando las voces de mujeres y contribuciones a la sociedad en estos espacios. Pero también es necesario ser conscientes de cómo lo hacemos y de los imaginarios que reforzamos. La igualdad al final, es siempre un ejercicio consciente.
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