(Video: EFE)
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Por Le Xia, Economista jefe para Asia de

El pasado 5 de marzo comenzó en Pekín la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN), el parlamento que refrenda las decisiones del poder ejecutivo. El escenario económico en el que se llevan a cabo las sesiones es menos favorable que el del año anterior, ya que China mantuvo su tendencia de desaceleración, con el crecimiento más bajo de los últimos 28 años, el 6,6%, como resultado de la combinación del efecto de políticas domésticas de ajuste del exceso de deuda y el de las crecientes tensiones comerciales con EE.UU.

En la jornada inaugural de la APN, el primer ministro, Li Keqiang, tras la previsible alabanza de los logros conseguidos en 2018, incluido el objetivo de crecimiento del 6.5%, mostró un tono de preocupación y precaución ante la elevada incertidumbre.

El líder del país rebajó el objetivo de crecimiento oficial hasta una banda entre el 6% y el 6.5% para 2019 (algo inferior a la cifra de 6.5% del año anterior), por lo que el crecimiento seguirá experimentando una tendencia descendente a pesar de las anunciadas medidas de apoyo al crecimiento. El objetivo de déficit fiscal se estableció en un -2.8% del PIB, una ligera subida con respecto al -2.6% del año anterior. Li Keqiang también anunció rebajas fiscales por valor de 2 billones de yuanes para este año, equivalentes a un 2.2% del PIB, que se espera que se vean financiadas por ingresos extrapresupuestarios del Gobierno.

La rebaja impositiva se aplicará al IVA, que actualmente tiene tres tipos distintos: 16%, 10% y 6%. Las categorías del 16% y 10% se reducirán al 13% y 9%, respectivamente, y se mantendrá la del 6%. Se espera que esta bajada fiscal resulte especialmente beneficiosa para el sector manufacturero, de transporte y construcción. Además, las rebajas fiscales también se notarán directamente en las nóminas de los empleados, ya que el IRPF pasará del 20% al 16%.

El estímulo afectará también al frente monetario, aunque la relajación será más moderada, debido a los temores sobre sus efectos secundarios, precisamente los que se han tratado de acotar recientemente frenando el aumento de la deuda corporativa en el periodo 2017-2018.

La combinación de un objetivo de crecimiento algo más bajo y el estímulo de las políticas pretende compensar los efectos adversos derivados de las medidas proteccionistas estadounidenses, que incluyen dos rondas de aranceles impuestos a las exportaciones chinas el año pasado. Según nuestras estimaciones, estas medidas arancelarias terminarían recortando el PIB chino en un 1% si las negociaciones bilaterales con EE.UU. no dan lugar a un acuerdo.

En esta situación de confrontación comercial subyace también el intento de contener a las empresas chinas líderes del sector de la alta tecnología, y así mantener por parte de EE.UU. una ventaja competitiva en la frontera tecnológica, que se está reduciendo
en los últimos años. Así, el Gobierno estadounidense podría poner en marcha una serie de medidas que incluirían: (i) presentar, basándose en su amplia jurisdicción, demandas selectivas contra empresas chinas de alta tecnología (ZTE, Huawei, etc.); (ii) vincular avances en las negociaciones comerciales a concesiones en el gran plan de progreso técnico chino, organizado en torno a la estrategia «Made in China 2025»; (iii) presionar para fortalecer la protección de la propiedad intelectual en China y permitir a las empresas estadounidenses abrir filiales de plena propiedad en el país; (iv) en ciertos casos, prohibir directamente que las empresas estadounidenses exporten componentes esenciales a otras compañías chinas de alta tecnología; (v) restringir las inversiones de las empresas chinas en el sector de alta tecnología estadounidense; (vi) endurecer los requisitos de acceso de los estudiantes chinos que quieran cursar estudios de disciplinas científicas y técnicas en EE.UU.

Según nuestras estimaciones, en un escenario en el que los sectores locales de alta tecnología (telecomunicaciones, producción de electrónica e informática, fundamentalmente) redujesen dos terceras partes su crecimiento desde el 6% actual al 2% de modo sostenido como consecuencia del enfrentamiento con EE.UU., se frenaría el crecimiento del PIB chino hasta en 0.8 pp, lo que se sumaría a los efectos directos de la falta de acuerdo comercial. Un escenario con severos efectos globales dado el tamaño y la intensidad de las conexiones económicas de China con el resto del mundo.

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