Managing Partner AIMS International Perú
El 16 de marzo del 2020, el entonces presidente Vizcarra decretó una cuarentena general y el cierre de fronteras por el covid-19, lo que representó largos meses de encierro y cuyo desarrollo fue el de pocas o ninguna campaña de detección con pruebas PCR, un proceso de compra de vacunas tardío y por lo menos dudoso en diseño y ejecución, irreparables muertes masivas y por último el inicio de una gran crisis económica que aún subsiste.
Como preámbulo de este artículo, conviene recordar, pues, cómo cambió nuestra vida laboral y empresarial con este encierro en el que, como un Gran Hermano de “1984″, el líder protector nos informaba a diario sobre inteligentes (es un decir) medidas para darle de “martillazos” (sic) a curvas de contagios y muertes groseramente subestimadas, o surreales restricciones como permisos de salida interdiarios a hombres y mujeres dándose así casi un Síndrome de Estocolmo para con el líder, esperanzados en una pronta liberación.
Para paliar la delicada situación de ciudadanos y empresas, el gobierno dio bonos, creó Reactiva Perú y autorizó suspensiones perfectas de labores, pero pese a ello miles de negocios entraban en falencia, millones de personas quedaban sin ingresos, y los pocos empleos que subsistían lo hacían con incipientes reuniones virtuales y formas de operar casi inimaginables antes del 16 de marzo.
Hasta allí una puesta en escena de cómo apareció forzosamente el teletrabajo. Así fue cómo las empresas se obligaron a hacer mayor uso de la tecnología adaptándose al encierro y fueron normalizando sus modelos de negocios hacia ese estándar, aunque con algunos vaivenes hasta el día de hoy.
Algunas restricciones persisten, pero está claro que el presente no se parece en nada a los primeros meses de cuarentena y que, si bien no estamos en la situación prepandemia, sí estamos mucho más cerca de ella que del fatídico encierro.
Si se observan las tendencias, la estadística y hasta la historia económica, ya sin pandemia ¿qué cree Ud. que pasará con los empleos que se comprobó, a la fuerza (sic), que se podían desarrollar con igual eficiencia desde cualquier lugar?
En nuestra práctica de búsqueda de ejecutivos, sabemos que el retorno a los empleos presenciales puede ser necesario en muchos casos, pero me atrevo a predecir que la potencial discrepancia peligrosamente oculta que se dará entre empleado y empleador sobre la necesidad absoluta de tal retorno, nos va a deparar sorpresas.
Hoy recibimos muchas preguntas de nuestros candidatos sobre si la posición a la que postularían es completamente presencial o no, por cuánto tiempo lo sería y qué beneficios se otorgarían a quienes trabajen presencialmente o de manera híbrida. Cuando les decimos que el empleo es totalmente presencial, muchas veces nos cuestionan sutilmente esta necesidad y por esa nueva forma casi de “contra-entrevista”, puedo adivinar nuevas tendencias sobre las que deberíamos estar muy atentos. Por citar solo un ejemplo, los motivos primarios de satisfacción del colaborador no volverán a ser los mismos.
¿Cómo mantener el nivel de satisfacción de quien trabajaba perfectamente desde casa, si pretendemos que lo haga en el futuro en modo presencial ya sea parcial o completamente?, y también ¿qué hay de las expectativas de las mujeres trabajadoras que han experimentado estar en el hogar compartiendo las responsabilidades y actividades no solo de trabajo sino también las familiares con sus cónyuges e hijos, si es que los tienen, mientras estaban cumpliendo a cabalidad con sus obligaciones laborales?
¿Será en general la posibilidad de trabajar parcial o totalmente desde casa un motivo para cambiar de empleo, como si en esta “era millennial” de alta volatilidad laboral necesitáramos otro motivo más? Pues yo creo que sí, puede llegar a serlo. Por lo que hasta hoy notamos, recibir una oferta laboral atractiva y menos presencial puede ser un motivador de cambio, incluso con una compensación económica ligeramente menor.
Me atrevo a predecir también que será casi un “beneficio laboral” el poder realizar todas o parte de nuestras labores remotamente, como lo es hoy un seguro médico privado, ese estacionamiento tan necesario en Lima, los días puente o viernes cortos, y tantos otros beneficios que empresas innovadoras brindan para mejorar la calidad de vida y elevar la satisfacción de sus colaboradores, así como para alcanzar un mejor clima laboral.
Creo que el momento para comenzar a definir estrategias frente a esta situación, aunque sea todavía incierta, es hoy. No podemos esperar a que se den importantes bajas en nuestra fuerza laboral para comenzar a pensar, pausada y tranquilamente, en las políticas que deberemos instaurar respecto del trabajo presencial, híbrido o remoto.
Será una obligación de los directivos el tomar consciencia pronta de este peculiar momento y comenzar a pensar ya mismo en qué grado será verdaderamente necesario el trabajo presencial, cuando la pandemia haya cedido. No obstante, y como vienen las cosas, el mensaje clave es que la tradicional oficina será solo una posibilidad entre muchas otras que llegaron para quedarse, y que las segundas pronto comenzarán a ser un valor agregado y diferencial al analizarse las ofertas de empleo.