Foto 8 | José Ángel Álvarez, directivo de la incipiente Asociación Nacional de Criptomonedas (Asonacrip) y socio del gobierno en la creación del "Petro", piensa que las reservas petroleras y gasíferas de Venezuela, así como sus yacimientos de oro y diamante, ofrecen garantías.
Foto 8 | José Ángel Álvarez, directivo de la incipiente Asociación Nacional de Criptomonedas (Asonacrip) y socio del gobierno en la creación del "Petro", piensa que las reservas petroleras y gasíferas de Venezuela, así como sus yacimientos de oro y diamante, ofrecen garantías.

En la mayoría de los modelos macroeconómicos, la economía es algo serio y solemne, donde los precios, la producción y otras variables económicas se mueven hacia arriba y hacia abajo en pequeñas cantidades, pero en última instancia, regresan a sus tendencias a largo plazo.

Y durante gran parte del tiempo (excluyendo la ocasional Gran Depresión o Gran Recesión), los países desarrollados se ajustan a esta imagen de estabilidad. Pero en algunos países, y en algunos períodos, suceden cosas realmente extremas en una economía. Por lo general, son cosas malas. Y la cosa más extrema y que menos se comprende es la hiperinflación.

La inflación normal y la hiperinflación son tan diferentes en su alcance que bien podrían considerarse fenómenos separados. La inflación en los Estados Unidos durante la última década ha oscilado alrededor del 2% o menos, que es el objetivo oficial de la Reserva Federal. En 1980, alcanzó un máximo de casi el 15 por ciento. Pero en su punto más alto en el 2009, la inflación de Zimbabwe alcanzó el 500,000 millones por ciento.

Ahora, Venezuela es el último país en experimentar este raro y devastador fenómeno. Los datos son difíciles de obtener, pero algunas estimaciones sitúan la tasa de inflación de ese país en más del 4,000 por ciento.

Las tasas moderadas de inflación del 2% o incluso del 15% son más una molestia que una calamidad. En el extremo superior de ese rango se requiere un esfuerzo adicional para lidiar con el aumento del costo de la vida con respecto a los salarios de la gente, y las fluctuaciones en la tasa de inflación pueden generar ganancias inesperadas para los prestatarios y prestamistas.

Una explosión de inflación inesperada también puede redistribuir el ingreso de los ahorradores a los prestatarios, lo que podría dañar o ayudar a la economía, pero es probable que sea perjudicial para las personas mayores que viven con ingresos fijos.

Pero con un 4,000 por ciento, la inflación es como un huracán. Los ahorros se esfuman rápidamente. Las expectativas de que el ahorro será infructuoso disuaden a las personas de invertir, lo que causa una recesión y desemboca en una fuga de capitales. En realidad, nadie sabe cuánto valdrá su sueldo para el momento en que vaya a la tienda a gastarlo, así que todo el sistema laboral se convierte en un caos. La hiperinflación es probablemente una de las diversas razones por las que Venezuela, el país con mayores reservas de petróleo del mundo, ahora tiene niños hambrientos.

Esto significa que, mientras la inflación normal es solo una preocupación menor para los formuladores de políticas, se debe tener mucho cuidado para evitar la hiperinflación. Pero es difícil evitar algo cuando uno no sabe las causas.

Para muchos, parece obvio que la impresión de dinero por los bancos centrales es lo que produce la hiperinflación. Pero incluso si esto está sucediendo, sería erróneo suponer automáticamente que lo primero causa lo segundo. Los bancos centrales podrían estar simplemente acomodándose al deseo del público de tener más moneda para gastar, a medida que los precios se mueven en una espiral ascendente, en un intento desesperado (pero por lo general condenado al fracaso) de evitar que la economía se paralice por completo. Lo que sea que comience la hiperinflación puede tener poco que ver con las acciones de la autoridad monetaria.

Las hiperinflaciones son tan infrecuentes, y están tan fuera de los límites de los modelos macroeconómicos típicos, que tiene sentido que los economistas utilicen un enfoque diferente para estudiarlas. Los mejores estudios de la hiperinflación se aproximan al fenómeno como detectives: examinar los detalles de los eventos y las políticas en cada caso y tratar de extraer generalizaciones.

Uno de estos estudios fue realizado en 1981 por Thomas Sargent, economista ganador del premio Nobel que ahora está en la Universidad de Nueva York. En "The Ends of Four Big Inflations" examinó la hiperinflación en Austria, Hungría, Polonia y Alemania en la década de 1920 (siendo esta última la icónica hiperinflación de la República de Weimar).

Su conclusión fue que los cuatro episodios no fueron resultado de la excesiva impresión de dinero, sino de que los bancos centrales prestaran dinero al gobierno con fines fiscales:En cada caso ... una vez que quedó bien establecido que el gobierno no dependería del banco central para sus finanzas, la inflación terminó... No era simplemente la creciente cantidad [de dinero] lo que causó la hiperinflación.

La teoría de Sargent, dicho de forma sencilla, es que la hiperinflación ocurre cuando las personas se dan cuenta de que el gobierno va a tener déficits de manera ilimitada financiados por impresiones de dinero ilimitadas del banco central.

El análisis de Sargent está limitado por el hecho de que las cuatro inflaciones estudiadas eran el resultado de las reparaciones de guerra hechas por las Potencias Centrales después de la Primera Guerra Mundial, por lo que establecer generalizaciones a partir de estos casos es difícil. Otros economistas han hecho seguimientos más recientes.

Un estudio realizado en 2007 por Sharmini Coorey, Jens R. Clausen, Norbert Funke, Sonia Muñoz y Bakar Ould-Abdallah, del Fondo Monetario Internacional, reveló que las hiperinflaciones generalmente terminan cuando el gobierno implementa un paquete amplio de reformas, como el equilibrio presupuestario, la liberalización de precios y tipos de cambio, y el ajuste de la oferta monetaria.

Este es un trabajo importante. Pero los países analizados tienden a ser pequeños y pobres, y a obtener gran parte de sus préstamos fuera de sus fronteras. La pregunta sigue siendo si la financiación monetaria de los déficits estatales sería suficiente para causar una hiperinflación en un país donde el gobierno en su mayoría debe dinero a sus propios ciudadanos.

Esto es fundamental para los países ricos en este momento. Es probable que el proyecto de ley de reforma tributaria de los republicanos incremente enormemente la deuda de los Estados Unidos, y la deuda de Japón es aún mayor. Algunos economistas, cuya teoría poco ortodoxa se conoce con el nombre de teoría monetaria moderna, afirman que esto no supone un peligro, porque los Estados Unidos y Japón financian principalmente sus deudas internamente. Si los bancos privados y los ciudadanos no compran bonos, la idea es que el banco central puede intervenir.

Según Sargent, esto podría fácilmente causar una hiperinflación. Los defensores de la teoría monetaria moderna también reconocen la posibilidad, pero piensan que es remota. La cuestión de si los déficits del gobierno importan, en otras palabras, depende todavía de forma crucial de la cuestión aún no resuelta de qué es lo que causa la hiperinflación en primer lugar. ¿Es una aceleración de la creación de dinero por parte del banco central? ¿Es la decisión del banco central de financiar los gastos del gobierno directamente? ¿Es alguna combinación de crisis económicas externas?

Los economistas necesitan sacar todas sus habilidades de detective y encontrar la respuesta. Pero hasta que el misterio de la hiperinflación se investigue más a fondo, parece apropiado un enfoque cauteloso sobre el déficit.

Por Noah Smith

Esta columna no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o Bloomberg LP y sus dueños.

Noah Smith es un columnista de Bloomberg View. Fue profesor asistente de finanzas en Stony Brook University, y bloguea en Noahpinion.

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