Por Mihir Sharma
Si hay algo que todos saben sobre el presidente Donald Trump es que ama a un público cautivo: cuanto más grande y entusiasta, mejor. Esta es una de las muchas cosas que tiene en común con el primer ministro de India, Narendra Modi. La próxima semana, ambos tendrán la oportunidad de satisfacer su pasión compartida.
Donald Trump visitará Nueva Delhi y la ciudad natal de Modi, Ahmedabad, y el presidente ha dicho que espera que siete millones de personas le den la bienvenida allí, aunque Twitter se apresuró a señalar que esa cantidad de gente sería el 80% de la población de la ciudad, lo que tal vez sea poco probable. Lo que es seguro es que Modi y Trump encabezarán un mitin que inaugurará el nuevo estadio de cricket de Ahmedabad, el más grande del mundo, frente a 125,000 personas.
Al igual que la mayoría de los estadounidenses, Trump podría estar un poco inseguro respecto a qué es el cricket, pero ambos líderes consideraron que el último mitin al que asistieron juntos, en Houston el año pasado, fue un gran éxito.
Además de poner a los dos políticos hambrientos de adulación frente a las multitudes, los objetivos políticos del viaje de Trump no están claros. Algunos en Nueva Delhi esperan que restablezca algo de dinamismo en la relación, dado que la participación de India en Washington no es muy alta en este momento. El abrazo de Narendra Modi a Trump ha servido para alienar a muchos demócratas, incluidos muchos de los contendientes por la nominación presidencial del partido.
Sin embargo, incluso algunos republicanos han expresado consternación por las recientes acciones divisivas del gobierno de Modi. Recientemente, el senador Lindsey Graham y el ministro de Relaciones Exteriores de India, Subrahmanyam Jaishankar, tuvieron un intercambio inusualmente irritante en la Conferencia de Seguridad de Múnich sobre Cachemira.
El estado de India como una gran economía de rápido crecimiento a menudo sirve para encubrir este tipo de preocupaciones, sin embargo, el crecimiento económico se ha derrumbado recientemente. Las relaciones comerciales también han disminuido drásticamente, con Trump diciendo que "India no nos trata muy bien, pero me gusta mucho el primer ministro Modi".
Este mes, Estados Unidos declaró que India ya no sería tratada como un país en desarrollo a la hora de aplicar normas comerciales, lo cual es una muy mala noticia para los exportadores indios.
Trump desvaneció cualquier esperanza de que surgiera una relación comercial revitalizada de su visita. El presidente dijo que estaba “guardando el gran acuerdo comercial para más adelante”. De hecho, el representante de Comercio de EE.UU. canceló recientemente una visita a India porque no esperaba nada del viaje.
Mucho ha cambiado en solo unos años. En los años posteriores a que George W. Bush y Manmohan Singh firmaron el acuerdo nuclear entre India y EE.UU., que esencialmente formalizó el estado de India como potencia nuclear, prevaleció un genuino sentido de optimismo sobre las relaciones bilaterales. No obstante, múltiples decepciones recientes han hecho que estas expectativas se deterioren; hay un tono nuevo y cínico en la forma en que las dos capitales se comunican entre sí. En ese contexto, cualquier visita de un presidente estadounidense es una buena noticia porque, incluso si no genera nada, al menos mantendrá la conversación y la esperanza seguirá viva.
De hecho, deberíamos esperar al menos un pequeño avance, aunque solo sea para satisfacer las demandas de ambos líderes de una buena prensa. Una noticia positiva sería si Westinghouse finalmente vendiera sus reactores nucleares a India. Los encargados de política monetaria en Washington se han quejado durante una década de la gran apuesta de Bush por India, aunque el acuerdo nuclear no ha generado ningún beneficio para las empresas estadounidenses; esto al menos podría hacer que esas preocupaciones se atenúen.
Otro gran fastidio, al menos para Trump, han sido los aranceles indios a las motocicletas Harley-Davidson, fabricadas en Wisconsin y Pensilvania, estados cruciales a nivel electoral. Los funcionarios indios aparentemente han prometido recortar los aranceles a “un solo dígito”.
A pesar de los presupuestos de defensa profundamente ajustados, es probable que India también compre dos tipos diferentes de helicópteros militares de EE.UU., a un costo combinado de US$ 3,400 millones. Nueva Delhi al menos claramente quiere mostrar su deseo de que las relaciones bilaterales se restablezcan a algún tipo de equilibrio.
Ha apostado fuerte a que Trump es la persona que hace que eso suceda. Dicha apuesta puede ser imprudente, pues Trump no ha ocultado su escepticismo respecto al comercio. En cualquier caso, el enfoque de India hacia EE.UU. siempre se ha basado en el supuesto de que la relación no puede ser meramente transaccional. Los formuladores de políticas de Nueva Delhi piensan que, dado que el ascenso de India es del interés de EE.UU., los estadounidenses deben estar preparados para entregar más a India de lo que recibirá a cambio.
Pero esto no encaja fácilmente con el conocido desdén de Trump por las relaciones estratégicas “desiguales” de EE.UU. No estoy seguro de cuántos estadios llenos de multitudes animadas le tomaría a Trump desechar ese principio.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.