Sebastián Piñera, presidente electo de Chile.
Sebastián Piñera, presidente electo de Chile.

Durante semanas, los chilenos se habían estado preparando para morderse las uñas. Después de una primera ronda inconclusa de las elecciones presidenciales en noviembre, el resultado de una segunda vuelta el 17 de diciembre parecía incierto. Al final ni siquiera estuvo cerca de aquello.

, de la coalición de centro derecha Chile Vamos, derrotó a su rival de centro izquierda, Alejandro Guillier, senador y ex presentador de televisión, por un 55% a un 45%. La derecha moderada ha funcionado bien en países sudamericanos como Argentina y Brasil, que se han cansado del populismo de izquierda. En Chile, la victoria de Piñera puede verse más como un voto de continuidad que como un cambio radical.

En su discurso de aceptación en la Alameda, el principal foco de la capital, Santiago, un jubiloso Piñera prometió unidad, diálogo y consenso. Multitudes de seguidores aplaudieron, pero también dieron un suspiro de alivio. Los primeros sondeos de opinión habían mostrado a los candidatos compitiendo cuello a cuello. Eso podría haber movido a más seguidores de Piñera a votar; inusualmente, la participación de algo menos del 50% fue mayor que en la primera ronda.

El resultado sacudió a la centro-izquierda. Guillier, quien fungió como heredero de la presidenta Michelle Bachelet, calificó la elección como una "dura derrota". El bloque nunca se recuperó de un escándalo de corrupción en el 2015 que involucró a su hijo (aunque no a la propia presidente). Se ha dividido respecto del ritmo y la profundidad de sus reformas de izquierda, como mayores impuestos corporativos, leyes laborales más estrictas y universidad gratuita. En la primera ronda, Guillier casi fue superado por la candidata de un nuevo partido de izquierda.

Por el contrario, Chile Vamos realizó una campaña unida, disciplinada y bien financiada. Un mensaje centrista de crecimiento económico, junto con más apoyo para los necesitados, atrajo a los votantes que están fuera de su corazón. Piñera, un multimillonario hombre de negocios de 68 años, parecía mostrar un par de manos más seguras que Guillier, cuyo ambiguo manifiesto y su retórica cada vez más izquierdista pueden haber alejado a muchos chilenos.

De vuelta al futuro
A diferencia de su rival, Piñera es un político experimentado, con un doctorado en economía en Harvard. Se desempeñó como senador de 1990 a 1998. Después de perder frente a Bachelet en 2006, derrotó al candidato presidencial de la centro izquierda cuatro años después, y luego presidió un crecimiento económico que promedió más del 5% anual, impulsado por el alto precio del cobre, la principal exportación de Chile. Pero subestimó el creciente descontento por el escaso apoyo público para la creciente clase media.

Las masivas protestas en su primer mandato por parte de estudiantes que exigían una universidad gratuita allanaron el camino para la aplastante victoria de Bachelet en el 2013.

Piñera no es inmune a la controversia. Una vez fue multado por infringir la ley de valores y fue acusado maquillar las cifras de empleo y pobreza para halagar el historial económico de su gobierno, aunque lo negó. Su victoria, sin embargo, debería levantar los ánimos en general. Promete duplicar el crecimiento, una vez que asuma el cargo en marzo, desde un lento 1.8% anual bajo la supervisión de Bachelet, y crear más y mejores trabajos. Por suerte, el precio del cobre se está recuperando.

Para apaciguar a la clase media, ha prometido un gasto público adicional de US$ 14,000 millones en cuatro años, o el 1.4% del PBI por año. Esto se destinaría a las pensiones, salud, infraestructura y educación, incluidos los jardines infantiles gratuitos.

La mitad de esto se financiará con un mayor crecimiento, dice Piñera; el resto reduciendo el gasto "ineficaz" e "innecesario". La carga impositiva general se mantendrá en torno al 20% del PBI. Para consternación de muchos conservadores, Piñera ha prometido mantener la educación universitaria gratuita de Bachelet para el 60% más pobre de los estudiantes.

En las últimas semanas de la campaña, acordó extender la educación gratuita en las escuelas de formación técnica a todos los estudiantes, excepto al décima parte más rica. También debe hacer frente al sistema de pensiones del país. En 1980, el entonces dictador Augusto Pinochet introdujo los fondos obligatorios de pensiones privados (una creación del hermano de Piñera, José).

Pero el aumento de la esperanza de vida y el hecho de que muchos trabajadores han contribuido solo de forma intermitente a sus cuentas significan que muchos han terminado con pensiones más pequeñas de lo que esperaban. Piñera quiere recargas adicionales para las pensiones más bajas. También quiere alentar a que haya más fondos que compitan en la administración de las pensiones y, tal vez, crear un fondo estatal para ello.

Aunque el mandato de Piñera parece fuerte, Chile Vamos carece de una mayoría en el Congreso. Por lo tanto, tendrá que depender de otros partidos -probablemente los centristas demócratas cristianos e independientes- para aprobar leyes. Esto ayuda a explicar su tono moderado.

Sin embargo, la moderación también es lo que quieren los chilenos. A pesar del fuerte desempeño de la izquierda más radical, Chile todavía se ve más cómodo en el centro: a la vez pro-mercado y socialmente consciente. Aunque es menos igualitario que las social democracias europeas, quiere parecerse a ellas. Los chilenos recompensarán a los políticos que entiendan esto.