Cuando Donald Trump recibió el 15 de octubre en la Casa Blanca al equipo de St Louis Blues, ganadores de la Copa Stanley (hockey sobre hielo), el presidente de Estados Unidos recordó con cariño un triunfo de su propia cosecha: el reciente acuerdo comercial tentativo con China.
En pocas palabras, Estados Unidos no impondrá más aranceles punitivos a las importaciones chinas si China promete comprar productos agrícolas estadounidenses por un valor de miles de millones de dólares. ¿Cuantos miles de millones? “Son números muy grandes”, enfatizó Trump. “Dije: ‘Pidan 70’... Mi gente dijo: ‘Muy bien, que sean 20’. Dije: ‘No, que sean 50’”.
¿Se materializará alguna vez esta cantidad cuidadosamente calibrada? China no quiere pagar de más ni privar a otros proveedores más amigables de su clientela. También quiere que Estados Unidos vaya más allá de prometer que no habrá nuevas tarifas y que comience a eliminar las existentes. El acuerdo puede desmoronarse antes de ser redactado, y mucho menos firmado por los líderes de los dos países el próximo mes en el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Santiago.
Esa imprevisibilidad es un problema. No solo los aranceles más altos, sino la “incertidumbre prolongada de la política comercial” están dañando la economía mundial, dijo este mes la economista jefe del FMI, Gita Gopinath, cuando el fondo nuevamente recortó su pronóstico de crecimiento global.
“Las empresas manufactureras se han vuelto más cautelosas con respecto al gasto a largo plazo y han frenado las compras de equipos y maquinaria”, señala el FMI. La niebla de la guerra comercial está deprimiendo el gasto de inversión. Y debido a que las maquinas, equipos y otros bienes de capital son a menudo importados, el débil gasto de inversión está perjudicando aún más el comercio. El FMI ahora espera que la economía mundial se expanda solo un 3% este año, en comparación con el 3.6% del año pasado. Esta sería la tasa más lenta en la década desde la crisis financiera mundial.
Se espera que tanto Estados Unidos como la zona euro crezcan más lentamente este año de lo que el fondo había previsto en julio, antes de que aumentaran las tensiones comerciales. Las perspectivas de la India han disminuido drásticamente: se prevé que crezca un 6.1% en lugar del 7% esperado hace solo unos meses. Y en el 2020, se proyecta que China se expanda menos de 6% por primera vez en 30 años.
Como era de esperar, el fondo ha recortado su pronóstico para Hong Kong. Ahora se espera que la ciudad crezca solo un 0.3%, en comparación con el 2.7% previsto en abril, antes de que sus perspectivas económicas se desvanezcan en una nube de gas lacrimógeno. Los disturbios también podrían poner en peligro la frágil tregua comercial entre Estados Unidos y China. El 15 de octubre, la Cámara de Representantes aprobó una medida que ordena a Estados Unidos evaluar anualmente la autonomía de Hong Kong y sancionar a los funcionarios que la violen. China reaccionó con enojo a lo que describe como intromisión en sus asuntos.
Los economistas del FMI han tratado con valentía de cuantificar el daño a la economía mundial por parte de la guerra comercial si el supuesto acuerdo de Trump se desmorona. El impacto directo es sorprendentemente modesto. Los aranceles ya vigentes y en proceso podrían reducir el PBI de EE.UU. en poco más de 0.2% el próximo año, en comparación con un mundo en el que la guerra comercial nunca había comenzado. Más dañinos son los efectos indirectos, traducidos en una debilidad en la confianza empresarial, la productividad y el apetito de riesgo en los mercados financieros. Esto lleva el daño a casi el 0.6% del PBI estadounidense en el 2020. El daño a China sería casi el 2% de su PBI.
Estos son porcentajes pequeños, pero de vastas economías. Si el FMI tiene razón, una guerra comercial sin resolver podría costarle a Estados Unidos aproximadamente US$ 125,000 millones de producción perdida solo el próximo año. El costo para China podría superar los US$ 300,000 millones (al tipo de cambio del mercado). De hecho que son números significativos.