La marcha opositora del 15 de noviembre en Cuba se frustró por el temor a una posible represión del régimen comunista que controla al país por más de 62 años, que bloqueó a muchos activistas en sus domicilios. Pero, según disidentes, también se debe a la joven cultura de la protesta en la isla.
Manuel Cuesta Morúa, un veterano opositor de línea moderada, de 58 años, salió el lunes de su casa en La Habana para sumarse a la marcha, pero no llegó lejos. De inmediato fue detenido por policías que ya lo esperaban.
Liberado en la madrugada del martes, Cuesta Morúa estima que hubo “cierta improvisación” en la planeación.
“Por lo difícil, peligroso e incontrolable” que es una manifestación pacífica “frente al poder concentrado de la violencia en el Estado”, la organización exigía “más planificación estratégica”, dijo este opositor.
Las manifestaciones masivas contra el gobierno “solo tienen cuatro meses de edad en Cuba, desde esa infancia no era posible asaltar el cielo”, lamentó Cuesta Morúa.
La convocatoria del grupo de debate político Archipiélago para exigir la liberación de los presos políticos, surgió tras las históricas manifestaciones del 11 de julio al grito de “Libertad” y “Tenemos hambre”, que dejaron un muerto, decenas de heridos y 1,270 detenidos, de los cuales 612 siguen presos, según la ONG Cubalex.
Esta movilización fue impulsada por una nueva generación de disidentes cubanos que se han valido del internet móvil, habilitado en la isla apenas en el 2018.
“Freno al asunto”
El llamado desde setiembre a esta marcha no contó con el efecto sorpresa del 11 de julio, cuando además los contagios por el COVID-19 estaban en su peor momento, en medio de la grave escasez de alimentos y medicinas que hay en el país.
Entonces “todo contribuyó a que hubiera las manifestaciones, incluyendo la espontaneidad”, estimó el exdiplomático cubano Carlos Alzugaray.
El anuncio anticipado resultó en “al menos 100 detenciones arbitrarias y 131 personas impedidas de salir de sus casas por la policía”, con manifestaciones de “repudio” de simpatizantes del gobierno contra disidentes, según la plataforma opositora Cuba Decide.
El líder de Archipiélago, el dramaturgo Yunior García, de 39 años, perdió comunicación desde el domingo en la tarde, luego de ser impedido de hacer una marcha en solitario por una importante avenida de La Habana.
Bajo un inusual cielo grisáceo, las calles de La Habana amanecieron el lunes con un fuerte despliegue de policías uniformados y de civil, apostados a lo largo del emblemático malecón costero y en plazas y parques de la ciudad.
“Nadie salió a marchar” porque hay “miedo y represión”, dijo Adrián Fonseca, fumando frente a su salón de belleza, en el barrio del Vedado.
Este peluquero, de 33 años, considera que las sentencias de hasta 30 años solicitadas por fiscales contra manifestantes aún detenidos por el 11 de julio también “pusieron freno al asunto”.
Karla Amanda, una educadora de 22 años, dice que los jóvenes no se identifican con Archipiélago.
“Quiero cambios también, porque soy joven y quiero algo nuevo, algo bueno para mi país”, pero ellos “no están dando ninguna solución ni tienen apoyo”, señala.
“Atrincheramiento ideológico”
Para el gobierno, que prohibió la manifestación y amenazó a los organizadores con sanciones penales, se trató de un día “festivo” y la marcha fue una “operación fallida”.
“Ha sido un día feliz, un día festivo de celebración merecida”, dijo el canciller Bruno Rodríguez, en referencia al retorno de los niños a la escuela y el regreso del turismo internacional, ante la apertura de las fronteras.
Para la disidencia, la jornada del lunes también fue de victoria.
“El 15N en lo absoluto se frustró. Todo lo contrario”, dijo Saily González, coordinadora de Archipiélago y víctima de un acto de repudio de más de 70 personas frente a su casa en la central ciudad de Santa Clara.
Evidenció lo que ocurre a “los que disienten del sistema político que abraza la dictadura”, dijo González. “Se logró individualizar el reclamo de libertad. Las personas que salieron, lo hicieron en un acto individual de exigencia de sus derechos, demostrando que en Cuba sí existen personas que disienten y que se le oponen al régimen”.
Para Cuesta, “fue un soberbio éxito” porque captó la atención nacional e internacional.
El politólogo cubano Harold Cárdenas dice hay una inconformidad social por la severa crisis por el COVID-19 y el endurecimiento del embargo de Estados Unidos contra la isla, así como por “la falta de interés gubernamental por una agenda de cambios económicos y políticos”.
Aunque este malestar podría revertirse con una “mejoría económica y señales de un mínimo compromiso democrático”, pero las “señales que llegan desde el Palacio de la Revolución parecen regodearse más en la simbología revolucionaria y el atrincheramiento ideológico”.