Por Scott Kominers
A medida que Estados Unidos y otros países desarrollados comienzan a administrar vacunas de refuerzo contra el COVID-19, muchos están expresando su preocupación acerca de que esto ralentizará la campaña de vacunación mundial, lo que prolongaría la pandemia y causaría un daño significativo.
Pero hay una manera de administrar refuerzos y acelerar la siguiente fase de vacunación al mismo tiempo. Es la diferencia entre empujar y tirar.
En la actualidad, las vacunas se compran principalmente en una modalidad en que los fabricantes determinan la capacidad de producción total y los países simplemente compran entre la oferta resultante. Eso significa que si los países más ricos, que tienden a recibir sus órdenes más rápidamente, comienzan a implementar refuerzos, entonces otros países, en su mayoría más pobres, tendrán que esperar más para recibir sus primeras dosis.
En la mayoría de los mercados, ese tipo de suma cero es solo un problema a corto plazo. Si suficientes compradores quieren comprar al mismo tiempo, existe un fuerte incentivo para expandir la capacidad a fin de crear nueva oferta. Pero falta una parte clave de la ecuación económica para las vacunas: el aumento de la demanda no eleva los precios lo suficiente como para que la inversión en nueva capacidad valga la pena para los productores.
Los precios de los contratos para vacunas contra el COVID-19 suelen estar muy por debajo de los precios de mercado por una buena razón. Los aumentos de precios exacerbarían la desigualdad ya generalizada en el acceso a las vacunas, principalmente en función de los ingresos.
Además, cuanto antes hagamos llegar las vacunas a todo el mundo, antes detendremos el desarrollo de nuevas variantes y, con suerte, pondremos fin a la pandemia de forma sostenida. Esa es la definición misma de un bien público.
Pero esto significa que debemos pensar en la producción y la compra de vacunas de manera diferente a otros productos. En lugar de comprar vacunas a través de contratos basados en la oferta, deberíamos utilizar contratos en base a pedidos que representan compromisos explícitos para comprar dosis adicionales de vacunas e instalar capacidad de producción adicional para fabricar algunas o todas esas dosis.
Esta estrategia no solucionaría el problema de la noche a la mañana, ya que los primeros pedidos de refuerzo reducirían la oferta existente. Pero si la capacidad se amplía lo suficiente a través del cambio contractual que sugiero, entonces la producción total debería poder aumentar lo suficiente como para que los otros países se pongan al día y, finalmente, incluso superen su ritmo de vacunación actual.
Para ilustrar un ejemplo de cómo funciona esto, imaginemos que la demanda de vacunas de refuerzo de Estados Unidos requeriría la oferta de tres meses de una vacuna determinada que, de otro modo, iría a tres países más pequeños. Bajo el statu quo, la entrega de las vacunas a esos países simplemente se postergaría por tres meses, y lo mismo ocurriría con todos los países que tenían programado recibir vacunas después de ellos.
Ahora imaginemos que, en cambio, Estados Unidos compra vacunas a través de un contrato en base a compromisos explícitos con suficiente inversión en capacidad para cubrir toda la oferta que solicitó para vacunas de refuerzo, pero la nueva capacidad tardará tres meses en estar en línea.
En ese caso, a los tres primeros países todavía se les postergarían sus entregas, pero las entregas se pondrían al día justo después de que la nueva capacidad de producción esté disponible. Y un mes después de eso, la producción total sería más alta de lo que hubiera sido antes, por lo que las entregas de los otros países efectivamente no se postergarían.
Por supuesto, es poco probable que los países suscriban este tipo de contratos en una cantidad que compense la producción de vacunas de refuerzo 1 por 1 como en el ejemplo que acabo de describir. Pero aún se aplica el mismo principio: debido a que los contratos de compromisos explícitos aumentan el rendimiento de la producción, eventualmente darán lugar a que los países obtengan las vacunas antes de lo que lo hubieran hecho de otra manera.
Sin duda, expandir la capacidad de producción requerirá más que una revisión contractual. Y, mientras tanto, Estados Unidos y otros países aún tienen que hacer todo lo posible para contrarrestar el impacto de las vacunas de refuerzo en la oferta mundial.
Los expertos en ética médica Govind Persad, William Fiske Parker y Ezekiel J. Emanuel propusieron recientemente una serie de estrategias para esto, que incluyen administrar refuerzos en dosis más pequeñas y “mezclar y combinar” las vacunas para maximizar la producción de anticuerpos.
Todos los estratos de la cadena de suministro también deberán reforzarse. Las vacunas requieren una serie de ingredientes y componentes escasos, desde bolsas para biorreactores hasta sangre de cangrejo herradura, y la producción de vacunas a nuestra escala imprevista actual ha ejercido presión sobre esos insumos.
Hasta ahora, se han administrado más de 6,000 millones de dosis de vacunas en menos de un año, lo que es una hazaña asombrosa. Pero todavía no es suficiente para detener una pandemia que amenaza con devastar a los países al final de la lista de espera de vacunas y estimular variantes más dañinas. Para abordar completamente la pandemia, tenemos que cambiar la forma como pensamos acerca de la compra de las vacunas que nos ayudan a vencerla.