Por Mark Buchanan
Los economistas nos enseñan que los recursos no se acaban simplemente. Cuando algo empieza a escasear, los precios suben, lo que desencadena una búsqueda por nuevos suministros o el descubrimiento de sustitutos. Lo hemos visto pasar en las últimas dos décadas en el mercado del petróleo, a medida que el declive en las reservas desencadenó el auge del petróleo derivado del esquisto (shale) en Estados Unidos. Inesperadamente, EE.UU. ha sobrepasado incluso a Rusia y a Arabia Saudita como líder de la producción de petróleo crudo.
No obstante, el auge del shale ya se está apagando, puesto que ya hemos aprovechado casi todo el petróleo de fácil extracción, según sugiere un estudio exhaustivo. Ahora se requerirá inversiones enormes y perforar casi 10,000 nuevos pozos al año para mantener la producción en los niveles actuales. Estamos utilizando más energía que nunca por cada barril que extraemos.
Esa tendencia señala un problema inminente para nuestra economía. Se necesita energía para producir energía, y cada año se necesita más, a medida que recurrimos a fuentes energéticas de menor calidad, incluidos el shale y las arenas bituminosas. Las cosas se pondrán más difíciles a medida que pasamos a las fuentes renovables, incluidas la energía solar y la eólica.
El débil crecimiento económico de la última década puede deberse, al menos en parte, a la naturaleza cambiante de nuestras fuentes de energía. En el futuro, a medida que el mundo trabaja para proteger el clima, recurriendo a fuentes bajas en carbono, una consecuencia indeseada puede ser un crecimiento económico más bajo.
Hace medio siglo, un barril de petróleo nos daba aproximadamente 100 veces la energía que gastábamos encontrando el petróleo, perforando pozos y sacándolo. Esta proporción, conocida como el retorno energético de la inversión (EROI, por sus siglas en ingles), ha caído a debajo de 10 para el petróleo convencional producido en EE.UU., y a entre 20 y 30 para el petróleo convencional producido en otras partes del mundo. El EROI para el shale o las arenas bituminosas es mucho peor, tal vez de 2.
Por supuesto, se necesita energía para hacer cualquier cosa, desde transportar materiales hasta construir satélites o usar computadoras. La energía está vinculada a la actividad económica. Hace tres años, los economistas Florian Fizaine y Victor Court revisaron el desempeño de las economías del mundo de 1960 a 2010 y encontraron una correlación entre los periodos con más gasto energético —la fracción del producto interno bruto gastada en la obtención de energía— y un menor crecimiento económico.
Tiene sentido: una sociedad que dedica una mayor fracción de sus ingresos a la producción de energía tiene menos para gastar en otros productos útiles como investigación, educación y manufactura.
Este vínculo entre la energía y el crecimiento sugiere que muchos de los avances experimentados por la economía global en los últimos dos siglos se deben a la disponibilidad de energía de combustibles fósiles y de alta calidad barata.
El petróleo y el carbón tradicionales proporcionaron mucha más energía de lo que costaba producirla, de modo que hubo mucha energía de sobra para construir automóviles, carreteras y aeropuertos, para fabricar bienes industriales, cultivar alimentos e invertir en ciencia y medicina sofisticados. Sin embargo, ahora estamos a punto de entrar en otra era.
Algunos investigadores argumentan que la energía que una economía moderna puede dedicar exclusivamente a encontrar más energía es limitada. Más allá de ese límite, el crecimiento económico sostenido es imposible. Empíricamente, estiman Fizaine y Court, el límite de EE.UU. está cerca de 11% del PIB, lo cual también implica un EROI promedio de entre 8 y 17 para todas las fuentes energéticas.
El EROI promedio para casi todos los países es más alto actualmente, principalmente porque todavía nos basamos en el petróleo, el gas y el carbón para obtener energía. Pero los números van a la baja.
Si reducimos las emisiones de CO2 pasando del carbón y el petróleo a las fuentes de energía renovables, podríamos tener oportunidades de evitar las peores consecuencias del cambio climático. Pero también estaremos pasando a fuentes cuyos valores de EROI son mucho más bajos que los de el petróleo; los estimados de la energía nuclear dan un EROI de aproximadamente 14, con mucha variación dependiendo de la tecnología del reactor.
Además, estas cifras pueden ser exageradamente optimistas: muchas estimaciones de EROI no logran incluir toda la energía utilizada de principio a fin, desde encontrar la fuente de energía hasta la producción para el uso final. Las estimaciones actuales para la energía solar y la geotérmica tienen un EROI de aproximadamente 10. El viento un poco más, cerca de 18, pero solo en algunas ubicaciones, y la energía que podemos esperar obtener del viento es limitada.
Podemos encontrar que un futuro con energía verde también carece del vibrante crecimiento económico al que estamos acostumbrados. En ese caso, tendremos que dedicar más de nuestros esfuerzos al hallazgo de más energía, en lugar de a las actividades que generan crecimiento.
Ese futuro es preferible a uno en el que seguimos buscando fuentes de energía con EROI altos y magnificando las consecuencias del calentamiento global, el cual también implicará el fin del crecimiento como lo conocemos, a la vez que acarrea muchos otros problemas. En cualquier caso, probablemente tendremos una enorme transformación social en nuestro horizonte.