Los civiles ucranianos han pagado un alto precio en la primera semana de guerra, mientras el invasor ruso continúa avanzando en el este y el sur del país, donde intenta tender un corredor terrestre entre el Donbás y la anexionada península de Crimea.
“El nazismo nace del silencio. Por eso hay que gritar sobre el asesinato de civiles, sobre el asesinato de los ucranianos”, aseguró el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Los bombardeos rusos comienzan a hacer mella en la población civil, especialmente en las regiones rusoparlantes, que están ofreciendo mucha más resistencia de la esperada por el régimen de Vladimir Putin, cuando anunció su intención de “desnazificar” el país vecino y proteger a la población rusa.
Más de dos mil civiles muertos
Como resultado, en los siete días de conflicto habrían muerto más de 2,000 civiles ucranianos, según el Servicio Estatal de Emergencia (DSN), saldo mortal que no llegaba al medio millar hace apenas dos días.
“Durante los siete días de la guerra, Rusia ha destruido cientos de infraestructuras de transporte, viviendas, hospitales y guarderías. En este tiempo han muerto más de 2,000 ucranianos, sin contar a nuestros defensores”, señala el comunicado oficial.
Entre ellos, han fallecido 21 niños y 55 han resultado heridos, según Liudmila Denísova, defensora del Pueblo, quien abogó por crear una zona de exclusión aérea sobre Ucrania al considerar que salvaría muchas vidas.
“Las Fuerzas Armadas de Rusia continúan violando los derechos básicos de los niños”, denunció.
Y destacó el nacimiento de trillizos bajo los bombardeos en la ciudad Chernígov: “Mientras sigan naciendo esos ángeles en Ucrania, seremos invencibles”.
El infierno de Járkov
Una vez más, los edificios gubernamentales y las academias militares de Járkov fueron el epicentro de los bombardeos rusos. Al menos cuatro personas murieron este miércoles, tres policías y un civil.
Desde primeras horas de la mañana la aviación enemiga martilleó el centro de la ciudad. Las bombas rusas destruyeron el edificio de la academia tanquista, la universidad de las Fuerzas Aéreas y la sede de la policía nacional.
También dañó el edificio del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), uno de los objetivos prioritarios del ejército ruso durante esta campaña militar.
Durante la madrugada desembarcaron en la ciudad las fuerzas aerotransportadas rusas, que se hicieron con el control de la estación de tren y el puerto fluvial, según admitió el alcalde, Ígor Kolijáyev.
La víspera, según el Ayuntamiento, en Járkov murieron 21 personas, en su mayoría en el bombardeo de la plaza central y un edificio de viviendas.
Además, las tropas rusas incrementaron la presión en el cerco sobre Mariúpol, ciudad estratégica situada en la región de Donetsk y bañada por la costa del mar de Azov, al igual que ocurre con Nikoláyev, mientras ya controlan Melitopol, en la región de Zaporozhie.
El este-sur rusoparlante se rebela
“A (el presidente ruso, Vladímir) Putin alguien le aconsejó mal. Creía que los ucranianos del este recibirían a los tanques rusos con flores”, comentó Artiom Frankov, conocido periodista ucraniano oriundo de Járkov. Subrayó que “uno puede ser patriota y no hablar ucraniano, sino ruso”.
“Ahora estamos en guerra. Es una cuestión de vida o muerte. Eso está por encima de las ideologías, los idiomas u otros problemas. Lo dice la historia, los eslavos no aceptamos la imposición de un poder extranjero”, comentó.
De hecho, cientos de ciudadanos y empleados de la central nuclear de Zaporozhie, también en el este del país, impidieron este miécoles con barricadas y camiones cisterna el avance de una columna del Ejército ruso.
“Les explicamos (a los militares rusos) nuestra posición, que la Central Nuclear de Zaporozhie y la ciudad están bajo protección segura. Los habitantes no les dejarán dar un solo paso en la ciudad”, declaró el alcalde de la ciudad, Dmitri Orlov.
El asalto a Kiev tendrá que esperar
Mientras, Kiev se prepara para un asedio y posterior asalto ruso. En el centro de la ciudad hay controles casi en cada esquina. Nadie se salva de los chequeos, sean transeúntes, conductores, repartidores o reporteros.
“¡No se incomode! Esta noche hemos detenido a muchas personas. No podemos dejar que pase ni un solo infiltrado”, explica un miembro de las fuerzas especiales de la policía.
Las llamas aún siguen ardiendo en los edificios colindantes a la torre de televisión, alcanzado el martes por un misil.
Las autoridades locales insisten en que controlan la situación, y que sus habitantes “están decididos a defender su tierra a cualquier precio”.
“La columna enemiga está a 50 kilómetros. El pueblo le prepara una recepción que no olvidará. Los kievitas nunca les permitirán abandonar vivos la ciudad”, explicó Serguéi Batiuk, diputado de la asamblea municipal, sobre el convoy ruso destinado a asaltar Kiev.
El diputado subrayó que “los soldados rusos están desmoralizados”, lo que se demuestra en que cuando se enfrentan a cierta resistencia por parte de la artillería y los drones de asalto ucranianos, “dejan las armas y corren al bosque”. “Eso ya no es un ejército. Es escoria”, asevera.