Por Clive Crook
La otra noche, mientras conducía hacia Washington, vi el Centro Kennedy iluminado de azul y amarillo en honor a la bandera ucraniana. Por un momento me sentí orgulloso de confirmar que Estados Unidos apoya a Ucrania. Y luego recordé que, en ese momento, Rusia estaba bombardeando áreas residenciales y que madres e hijos se escondían en sótanos. Se estaban destruyendo vidas inocentes.
En este momento, Estados Unidos y sus aliados se sienten bastante satisfechos consigo mismos, más de lo que deberían estar. Quizás ellos también necesiten parar un momento y reflexionar.
Ciertamente pueden señalar algunos logros. Las sanciones que han elaborado son mucho más completas y efectivas de lo que el presidente ruso, Vladímir Putin, o cualquier otra persona jamás hubiera esperado.
Están armando a Ucrania y la fuerza de su resistencia ha hecho retroceder a Rusia. Putin podría fallar, se dicen a sí mismos, si tan solo Occidente pudiera seguir así. Es un trabajo duro. ¿Han visto lo que cuesta un galón de gasolina últimamente? Pero la libertad exige su precio.
A pesar de las banderas azul y amarillo, el pueblo de Ucrania podría preguntarse si el sacrificio de Occidente en nombre de la solidaridad está a la altura.
Sin duda, las medidas de los aliados podrían ser racionales. Tal vez sea de su interés que la invasión de Putin lo humille y conduzca a su remoción, pero no lo suficiente como para poner en riesgo la vida de sus propios soldados, y mucho menos arriesgarse a escalar el conflicto hasta el punto de una guerra nuclear.
Entonces, Estados Unidos y Europa ayudan a Ucrania con suministros de armas (dentro de los límites) pero no con una intervención militar directa, y el mundo castiga a Rusia con sanciones, con la esperanza de que sus fuerzas se paralicen y aumente la oposición interna hacia Putin.
La pregunta ética que preocupa es si esto realmente ayuda a Ucrania. Hagamos un experimento mental: imaginemos que el objetivo de Estados Unidos y Europa haya sido maximizar el dolor infligido a Ucrania. Consideremos qué políticas podrían haber logrado mejor ese objetivo. ¿Habrían sido diferentes de las que realmente eligieron?
Antes de que comenzara el conflicto, Occidente alentó tanto a Rusia como a Ucrania a creer que Ucrania podría unirse tanto a la OTAN como a la Unión Europea en un futuro previsible, sin tener ninguna intención seria de que esto realmente sucediera.
Este error puso a Rusia y Ucrania más directamente en desacuerdo. Cuando Putin comenzó su fortalecimiento militar, Estados Unidos y Europa no hicieron nada para disuadirlo y mantuvieron las propuestas para Ucrania (la OTAN tiene una política de puertas abiertas, etc.). Así que Ucrania se arriesgó a ser valiente y Putin le apostó a la guerra.
Una vez que comenzó la invasión, Occidente aplicó sanciones contundentes e imprevistas. Si las hubieran anunciado antes, podrían haber disuadido a Putin, pero al aplicarlas en esta etapa, ayudan a sostener el conflicto.
Mientras tanto, celebrando su nueva solidaridad, Occidente habla por todo el mundo como si planeara no solo detener a Putin sino sacarlo del poder, mientras continúa descartando el apoyo militar total. Eso hace que sea más difícil para Putin retroceder mientras modera los costos de su ataque continuo. Todavía podría ganar esta guerra, razona, y no puede darse el lujo de perderla. Así que apostará por la escalada.
¿Y qué hay de los incentivos de Ucrania? Zelenski todavía puede esperar que los aliados se unan a la guerra si los crímenes de Putin llegan al nivel necesario. Tal vez comience pidiendo una zona de exclusión aérea limitada, luego una zona de exclusión aérea más amplia y luego, poco a poco, una guerra total. Ucrania aún podría prevalecer.
Todo el tiempo, Occidente aplaude la determinación de Zelenski. Recibió una ovación después de su discurso por video ante el Parlamento del Reino Unido la semana pasada, y puede esperar lo mismo cuando se dirija al Congreso de Estados Unidos el miércoles. Pero no se acomoda a sus peticiones. El resultado final es que Ucrania sigue luchando, tal vez perderá o tal vez ganará. No obstante, gane o pierda, está garantizada una mayor destrucción del país.
En realidad, no hace falta decir que lo que impulsó y aún impulsa esta secuencia catastrófica no fue el cálculo, sino un error de cálculo tras otro, por todos lados. En la guerra, siempre fue así. Pero debería dar que pensar el hecho de que los acontecimientos siguen inclinados hacia un resultado terrible para Ucrania, como si este hubiera sido el propósito de Occidente todo el tiempo.
Sin duda, Estados Unidos y Europa desean sinceramente ayudar a Ucrania y, de hecho, sus acciones están impactando a Putin. Pero su postura y vacilación sobre fines y medios sigue empeorando las cosas para las principales víctimas.
Es moralmente correcto, por supuesto, querer evitar un recrudecimiento que podría causar muerte y destrucción a una escala mucho mayor. Pero es un error llevar a Ucrania a aceptar pérdidas mayores y a Putin a intensificar sus esfuerzos a menos que los aliados estén dispuestos a asumir su parte total de las consecuencias.
Ya es hora de que Occidente se decida. Si quiere ser un aliado tardío de Ucrania contra Rusia, debe actuar como tal y unirse a esta lucha. Si no está dispuesto a hacerlo, debería dejar de aplaudir su propia determinación y enfocarse en que el fin de la guerra sea su prioridad absoluta.