De bloguero a abogado anticorrupción, de organizador de las mayores protestas desde la caída de la URSS a preso político. El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, que ha ganado a pulso en diez años de actividad política la vitola de enemigo público número uno del presidente ruso, Vladímir Putin, fue galardonado con el premio Sájarov a la libertad de conciencia.
“Vladímir el envenenador”, así es como Navalni llamó en febrero pasado al jefe del Kremlin durante el juicio en el que fue condenado a 3.5 años de cárcel, proceso político criticado por la oposición rusa y Occidente.
A sus 45 años, Navalni es el faro de la primera generación libre en la historia de Rusia.
Novichok y condena de cárcel
Después de varios años de encontronazos, en agosto del 2020 las autoridades dijeron basta y decidieron eliminar al político ruso con mayor tirón en Occidente.
La operación secreta de los servicios especiales salió rematadamente mal y Navalni volvió a mediados de enero pasado a Rusia cual ave fénix para desafiar al líder ruso.
“Putin ordenó mi asesinato”, afirmó Navalni tras recuperarse en Alemania del envenenamiento con un agente tóxico de la familia Novichok.
Pero el Kremlin le estaba esperando. Las autoridades aprovecharon su negativa a apersonarse ante las autoridades por un antiguo caso penal para enviarle a prisión.
De esta forma, Putin se libra de otro enemigo como ocurriera en su momento con el hombre más rico de Rusia, Mijaíl Jodorkovski, encarcelado en Siberia (2003), o el opositor Boris Nemtsov, asesinado frente al Kremlin en el 2015.
Navalni era el opositor con más gancho electoral, pero tras ser víctima de un intento de asesinato a manos del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) se ha convertido en una celebridad en el exterior.
Hasta entonces, ese honor, el envenenamiento con agentes tóxicos, había estado reservado casi exclusivamente para antiguos espías del FSB que se habían pasado al enemigo, como Skripal o Litvinenko.
El rey de Youtube
Navalni, un experto en el uso de las redes sociales, preparaba ya su venganza, que llegó en forma de tres comprometedores vídeos para el Kremlin.
Con la ayuda de Bellingcat y varios medios occidentales, logró recabar datos que prueban, según dice, la implicación del FSB en su intento de asesinato.
No se limitó a ello, sino que incluyó una conversación telefónica con uno de los presuntos participantes en la operación secreta que admitía que sus cómplices habían rociado Novichok en la ropa interior del opositor.
El último regalo envenenado del opositor al Kremlin fue el vídeo titulado “El Palacio de Putin” sobre la mansión que los amigos del presidente le habrían construido en el mar Negro y que uno de sus mejores amigos, el empresario Arkadi Rotenberg, admitió después que era de su propiedad.
Todo ello no sólo puso en evidencia al FSB y a Putin, sino que fueron vistos por más de 150 millones de personas, cifra que contrasta con los siete millones que siguieron la conferencia de prensa anual del presidente en esas mismas fechas.
Rusia sin Putin
Todo comenzó en el partido liberal Yábloko, de donde Navalni fue expulsado por sus ideas nacionalistas. Pero su ostracismo duraría poco, ya que en las elecciones parlamentarias del 2011 logró organizar las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS al grito de guerra “Rusia sin Putin”.
Al año siguiente dio el gran salto a la política al presentar su candidatura a las elecciones a la Alcaldía de Moscú, donde logró casi un tercio de los votos, un hito sin precedentes para la oposición extraparlamentaria.
La animadversión de Putin, que nunca le llama por su nombre, nace de las numerosas ocasiones en las que el opositor ha sacado a la luz las vergüenzas de aliados del Kremlin, a los que denuncia con su dedo acusador en las redes sociales lejos del alcance de la censura.
Para el látigo del Kremlin no hay tabúes a la hora de denunciar la corrupción en la administración pública. Sea el primer ministro, Dmitri Medvédev; el presidente del Parlamento o de un banco estatal, el fiscal general o la esposa del portavoz presidencial.
El líder opositor ya no era sólo un incordio, sino una amenaza. Desde entonces, fue condenado a sendas penas de cárcel por presuntos delitos económicos, que le inhabilitaron como candidato al Kremlin, y ha sido atacado en varias ocasiones.
“En realidad, Navalni ha recibido una cadena perpetua. No saldrá de la cárcel mientras dure la vida política de Putin.”, comentó Guennadi Gudkov, exdiputado socialdemócrata exiliado en Bulgaria.
Incluso entre rejas, logró influir en las elecciones legislativas de setiembre con su programa Voto Inteligente, aunque no impidió que el partido del Kremlin renovara la mayoría.