La misión estuvo clara desde el principio: “rodolfizar” a Colombia para llevar al empresario Rodolfo Hernández a la Casa de Nariño. Y, aunque era un candidato poco conocido, su red de apoyo logró lo impensable y lo condujo a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
La caravanas de “rodolfistas” en carros y motos han recorrido el país suramericano, convirtiéndose en lo más idiosincrásico de esta red de voluntarios articulados y organizados a distintos niveles, coordinados por redes sociales, para llevar un “voz a voz que crece como la espuma”.
“Las caravanas son algo muy bonito, y la gente se suma porque está cansada” de la forma tradicional de hacer política, cuenta Néstor Estupiñán, encargado de la sede “rodolfista” de Bogotá, administrador y estratega político de la red en la capital.
Este ha sido el discurso del ingeniero y que la “rodolfoneta” de sus seguidores se ha encargado de propagar en todo el país: hablar de corrupción, politiquería, corrupción y otra vez corrupción.
La estrategia, más allá de la campaña en redes sociales liderada por Hernández, ha sido clara: el voz a voz con voceros por localidades que buscan convencer a los votantes.
Otro pilar es el voluntariado, especialmente la “ola rodolfista”, que reparte volantes para defender “una manera atípica de hacer política (...) con un discurso fuerte contra la politiquería”, dice Estupiñán.
Proselitismo natural
“Todos los ‘rodolfistas’ que hacen parte de las sedes y las campañas hacen proselitismo natural”, justifica Estupiñán para explicar el éxito de Hernández, que superó en la primera vuelta al que todas las encuestas daban por segundo —el derechista Federico “Fico” Gutiérrez— y enfrentará en el balotaje al izquierdista Gustavo Petro.
Si la estrategia para la primera vuelta fue convencer a los colombianos de que Hernández acabará con la corrupción —un objetivo para el que nunca ha dado medidas concretas—, para la segunda ha sido llevar el programa del ingeniero hasta los indecisos, el gran nicho que buscan conquistar.
El objetivo es “captar los votos del antipetrismo”, mostrarles que hay un camino con el ingeniero: “Elegir entre lo mismo de siempre o una mejor propuesta”.
Para los “rodolfistas”, Hernández llegó a la contienda política en un momento en el que “faltaba unidad”, por lo que creen ciegamente en su capacidad de hacer de Colombia un país menos corrupto si gana la Presidencia.
Cómo subirse a la “rodolfoneta”
El proceso para engrosar la red de “rodolfistas” es relativamente fácil: a través de la página web, el interesado se inscribe en el sistema de voluntarios y elige los grupos de difusión de WhatsApp de los que quiere formar parte dependiendo de la región de Colombia en la que esté.
Además de estar divididos por categorías geográficas, también hay grupos de difusión dirigidos a jóvenes o mujeres, por ejemplo. Por los grupos se comparten materiales y convocatorias para seguir con la “rodolfización”, mientras se alienta a los miembros a hacer proselitismo.
Los grupos, a su vez, son un caldo de cultivo para la desinformación y las “fake news”, con mensajes reenviados muchísimas veces sin que se compruebe su veracidad. Y, además, con una estricta política de no permitir “intrusos”, pues cualquiera que cuestione ligeramente al ingeniero o se muestre en desacuerdo con él, es expulsado.
Uno de los temas más controversiales de la campaña de Hernández ha sido la compra de publicidad por parte de sus seguidores, que pagan de sus bolsillos elementos de propaganda como camisetas o los microperforados que se colocan en los coches.
Esto confirma que “el ingeniero ha gastado muy poco dinero”, con una inversión muy inferior a la de Petro, porque son los voluntarios los que financian la publicidad y hacen donativos.
Las entrañas del “rodolfismo”
El fanatismo está latente en estos grupos, donde incluso poner en duda la decisión de Hernández de no participar en los debates es visto como un ataque al candidato y motivo de expulsión.
En cuanto a la atípica campaña que está haciendo, con pocas apariciones públicas y sin apenas responder a las preguntas de la prensa —con la que tiene una relación tirante—, Estupiñán la defiende al asegurar que “él habría sido muy atacado” en caso de asistir. “Quieren ponerlo en ridículo”, a lo que se suman temas de seguridad, agrega.
“Los ataques y la agresividad empezaron cuando el ingeniero ganó” en las urnas el paso a la segunda vuelta, continúa Estupiñán, que también denuncia a la otra campaña por estar detrás de varios actos de vandalismo contra la “casa rodolfista” de Bogotá y de tratar de “sembrar dudas y miedo”.
Más allá de compartir eventos o actos, los grupos de WhatsApp, que están detrás del encumbramiento de Hernández, son un espacio donde abundan los discursos en contra de Petro, del “comunismo y socialismo” que aseguran representa.
Las descalificaciones contra el rival están a la orden del día, a la par que la confianza y creencia de que Hernández es el indicado para liderar Colombia, con muchas referencias a la fe y a la “voluntad de Dios”.
El fruto del trabajo de los “rodolfistas” se medirá en las urnas este 19 de junio cuando comprobarán si su estrategia logrará poner a Hernández en la Casa de Nariño.