Octavio Romero, el director general de Petróleos Mexicanos SA, no tardó en arremeter contra Moody’s Investors Service. Si bien la llamada con inversionistas era para discutir los resultados del cuarto trimestre —y la ganancia que reportó el gigante petrolero estatal—, Romero no pudo resistir la tentación de criticar a los analistas de Moody’s por su decisión de rebajar la calificación crediticia de Pemex aún más en territorio “basura” hace unas semanas.
Lo que más molestó a Romero fue la forma en que Moody’s cuestionó el compromiso del Gobierno de mantener a Pemex fuera del default a medida que sus finanzas se deterioran.
“Pemex no entiende de dónde sacó Moody’s su información”, dijo Romero, quien fue nombrado director general interino en 2018. “Es irresponsable”. Como empresa estatal, puntualizó, Pemex “cuenta con todo el apoyo del Gobierno mexicano”.
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Para un pequeño, pero activo, número de alcistas acérrimos de los bonos de Pemex, que llevan años obteniendo beneficios exorbitantes, lo que dice Romero es cierto. Pemex es México, y México es Pemex y, tal como ellos lo ven, hay pocas posibilidades de que los políticos dejen que una empresa tan integrada en el tejido de la nación quiebre, independientemente de cómo se vea el balance.
Los alcistas tienen la historia de su lado: según Lee Buchheit, abogado especializado en reestructuraciones de deuda soberana, en décadas, ningún Gobierno financieramente sano ha permitido que una empresa estatal del tamaño e importancia de Pemex caiga en default.
Apostar por los bonos Pemex es una operación ganadora desde hace años. Debido al estancamiento de la producción de la empresa y a su elevada carga de deuda, sus bonos extranjeros pagan rendimientos casi 5 puntos porcentuales superiores a los del Gobierno.
Esto ha generado un flujo constante de ingresos en medio de una venta masiva en los mercados mundiales de bonos provocada por los aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal. En los últimos cinco años, registraron una rentabilidad del 18%, más del triple de la rentabilidad promedio generada en un indicador de bonos de mercados emergentes, según datos compilados por Bloomberg.
Pemex “es absolutamente motivo de orgullo y nacionalismo para todo el país”, señaló Jennifer Gorgoll, gestora de cartera con sede en Atlanta de Neuberger Berman Group LLC.
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Gorgoll es miembro del ala alcista desde hace mucho tiempo, junto con inversionistas de empresas como EMSO Asset Management. Comenzó a comprar bonos de Pemex hace 20 años. Para ella, es inconcebible que los responsables políticos abandonen la empresa. “El apoyo del Gobierno mexicano a Pemex es inquebrantable”.
Pero como señaló este mes la analista sénior de Moody’s Roxana Muñoz, existe el riesgo de que Pemex se acerque al default de no ser por el apoyo del Gobierno.
La carga de la deuda de Pemex ronda los US$ 106,000 millones, con una red de infraestructura envejecida y una producción de petróleo estancada. En una rebaja de dos escalones a B3 —que sitúa a Pemex siete niveles por debajo de México— Muñoz citó el riesgo de que los costos de rescate sean tan altos que los funcionarios retiren el apoyo y la empresa incumpla el pago de su deuda.
Ya sea que se haga a través de canjes de deuda, recompras u otras transacciones que “reduzcan la deuda con un descuento sustancial a la par”, Moody’s dijo que lo llamaría default.
Un portavoz de Moody’s declinó hacer comentarios sobre las declaraciones de Romero.
En Wall Street, sin embargo, la confianza de los inversionistas en el apoyo del Gobierno ha impulsado repuntes en los llamados bonos cuasisoberanos en América Latina. Los títulos de Petróleos del Perú SA y de la chilena Codelco se encuentran entre los que han superado a un índice más amplio de créditos de mercados emergentes en los últimos meses, según datos recopilados por Bloomberg.
La ayuda del Gobierno mexicano, en particular, ha contribuido a que la prima de riesgo de los bonos de Pemex con vencimiento en 2030 frente a soberanos con vencimiento similar se reduzca a unos 4.6 puntos porcentuales, frente a los 6 puntos porcentuales de noviembre, según los datos.
Incluso las elecciones presidenciales de este año no son motivo de preocupación para los alcistas, que están convencidos de que el sucesor de Andrés Manuel López Obrador, ya sea la favorita Claudia Sheinbaum o algún contrincante, seguirá entregando dinero.
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Desde finales del año pasado, el Gobierno ha destinado US$ 8,500 millones a la empresa en su presupuesto, redujo el Derecho de Utilidad Compartida de Pemex y otorgó miles de millones de dólares en condonación de dicho impuesto. La ganancia de Pemex en el cuarto trimestre vino acompañada de una enorme disminución de impuestos.
“Parece que AMLO 2.0 es la forma de pensar en la mayoría de los temas políticos, y específicamente en Pemex”, dijo Sergey Goncharov, gestor de fondos de Vontobel Asset Management. “México, como país, no está al borde de ningún gran abismo fiscal o macroeconómico”.
Ello convierte a los bonos a corto plazo en un lugar ideal para los gestores de fondos que están seguros de que la próxima Administración mantendrá el apoyo, aunque la salud a largo plazo de la empresa no esté tan clara, dijo Jorge Ordoñez, estratega de Banco Bilbao Vizcaya Argentaria.
Los estrategas de Goldman Sachs Group Inc., entre ellos Sara Grut, también han favorecido los bonos que vencen en uno a tres años.
“Se está debatiendo cómo seguir apoyando a Pemex tanto a corto como a largo plazo”, dijo Andrew De Luca, analista de crédito de mercados emergentes de T. Rowe Price. De esas conversaciones podrían salir medidas como “más inyecciones de efectivo o mayores reducciones de impuestos, entre otras”.
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