En el hospital pediátrico de Zaporiyia, en el sur de Ucrania, Milena, de 13 años, se retuerce de dolor días después de recibir un disparo en el cuello cuando intentaba salir con su familia de Mariúpol, localidad asediada por las tropas rusas.
La bala le dañó la boca, la lengua y varias vértebras, pero esta adolescente de cabello castaño -recogido en trenzas- se recuperará.
El automóvil en el que huía de Mariúpol, ciudad portuaria del mar de Azov, que sufre el asedio sin tregua de Rusia desde finales de febrero, llevaba la inscripción “niños”, como la mayoría de los que intentaban huir de la ciudad, explica su madre.
Nadie más de la familia resultó herido, y fueron los mismos soldados rusos que la hirieron quienes la llevaron al hospital.
Cientos de miles de personas quedaron atrapadas en Mariúpol, encerradas en sótanos y privadas de todo.
Miles de vehículos cargados de civiles pudieron finalmente salir hacia Zaporojie la semana pasada, pero el presidente ucraniano Volodimir Zelensky afirmó el martes por la noche que quedaban 100,000 habitantes en la ciudad, y que las calles estaban llenas de cadáveres.
Se espera que Milena se recupere plenamente, lo que no ocurrirá con muchos otros niños que se encuentran en el hospital pediátrico de Zaporojie. Situado a unos 250 km al noroeste de Mariúpol, acoge a niños procedentes del este y del sur de Ucrania, las regiones donde los combates son más intensos y donde las fuerzas rusas han progresado más desde el inicio de la invasión el 24 de febrero.
En la cama junto a la de Milena, Vladislav, de cinco años, está entre la vida y la muerte. Fue herido en el abdomen cuando su familia huía del avance de las fuerzas rusas hacia su aldea de Polohy, entre Mariúpol y Zaporojie.
Su pequeño torso se hincha y desinfla con dificultad, ayudado por un respirador artificial. Los médicos temen que no sobreviva la noche. Si lo logra, llevará una bolsa de drenaje toda su vida. No hay familiares que cuiden de Vladislav ya que ellos también resultaron gravemente heridos por balas y son tratados en otro hospital.
Discapacitados de por vida
“Tenemos niños con lesiones en la cabeza, amputaciones, abdominales perforados y fracturas óseas”, explicae Iouryi Borzenko, médico jefe del hospital. “Creo que nadie querría ver lo que nosotros vemos”, añade.
Desde el inicio del conflicto, 121 niños han muerto y 167 resultaron heridos, según el último recuento proporcionado el miércoles por Liudmila Denissova, encargada de derechos humanos ante el parlamento ucraniano.
Por el momento, la ciudad de Zaporojie sigue siendo relativamente segura, aunque se producen combates en los alrededores y a veces se oyen explosiones a lo lejos.
En las ventanas del hospital pediátrico se colocaron cintas adhesivas amarillas para evitar que se volaran en caso de explosión en las proximidades. Se apilaron sacos de arena en las esquinas y se instaló un refugio en el sótano, con camas de metal donde las madres pueden alimentar a sus bebés.
Los casos más graves fueron retirados de la unidad de cuidados intensivos neonatales y ubicados en el sótano, ya que los equipos que necesitan no pueden ser trasladados rápidamente.
Es el caso de Micha, bebé de apenas dos semanas, con la cara y los puños crispados como si fuera a llorar. Nació en Tokmak, localidad al sur de Zaporojia y ahora controlada por las fuerzas rusas.
Debido a la falta de atención médica, Micha se quedó sin oxígeno debido a complicaciones durante el parto. Tiene problemas respiratorios y lesiones cerebrales que podrían incapacitarlo de por vida.
Ivan Anikin, responsable de la unidad neonatal, explica que el hospital ya acogía a niños heridos desde el 2014, debido al conflicto de Donbass. Pero su número aumentó drásticamente desde la invasión y el personal trabaja sin descanso.
Por seguridad, él mismo trae ahora a su hija de 14 años con él al hospital, cuyos pasillos resuenan a veces con los gritos de dolor de los jóvenes pacientes.
La mayoría de los niños que llegan aquí quedarán discapacitados de por vida, afirman los médicos.