Este 1 de julio, la élite pro Pekín de Hong Kong y el presidente chino, Xi Jinping, celebran bajo férreas medidas de seguridad en el elefantiásico Centro de Convenciones de la ciudad los 25 años del retorno a China de la hasta entonces colonia británica.
Pero menos de dos semanas antes, en ese mismo lugar del distrito de Wan Chai 50,000 hongkoneses se apelotonaban en una suerte de “feria” de inmigración internacional en la que consultores expertos en el tema ofrecían conferencias y promovían en sus stands información útil sobre cómo emigrar a otros países, desde Australia al Reino Unido o Irlanda.
Había, incluso, una caseta dedicada a asesorar a quienes deseaban marcharse con sus mascotas y la cifra de asistentes al evento marcó un récord este año desde que comenzó a celebrarse en el 2020.
Ese interés puso de relieve las ansias de marcharse de muchos de los habitantes de la excolonia un cuarto de siglo después de su retorno a la China del Partido Comunista bajo la promesa de que Hong Kong gozaría de un alto grado de independencia durante, por lo menos, el siguiente medio siglo.
Un sondeo realizado en el evento a unas 35,000 personas reveló que el 60 % de los encuestados planeaba emigrar en los próximos dos años, y de ellos, el 19 % esperaba hacerlo en los siguientes seis meses, con el Reino Unido, Canadá y Australia como los tres destinos más deseados.
Al gobierno de Hong Kong, sin embargo, no parece preocuparle esta tendencia.
El recién elegido jefe del Ejecutivo, John Lee, que jurará su cargo el día 1, dijo recientemente que la gente regresaría a Hong Kong una vez que se relajaran las duras restricciones antiCOVID y argumentó que la ciudad es un “puente” entre la China continental y el resto del mundo.
La pandemia de coronavirus ya había provocado una estampida de locales y expatriados en los últimos meses debido a la extrema política de contención de la excolonia, con uno de los cierres fronterizos más estrictos del mundo.
Solo en lo que va de año, el gran centro financiero asiático ha perdido más de 150,000 residentes.
Pero las restricciones de viaje, que incluyen una cuestionada cuarentena hotelera de una semana para quienes llegan, se consideran solo un factor a corto plazo.
La gran preocupación de los hongkoneses de cara al futuro es la situación política de la ciudad, que ha dado un drástico giro de 180 grados desde que Pekín impuso en junio del 2020 la Ley de Seguridad Nacional en respuesta a las masivas protestas antigubernamentales desatadas en el 2019 durante varios meses.
Esta normativa penaliza delitos como la subversión, terrorismo, secesión y la connivencia con países extranjeros con penas que pueden alcanzar la cadena perpetua y ha llevado a la detención de más de 180 personas desde su entrada en vigor, muchas de ellas entre rejas desde hace más de un año sin haber sido juzgados todavía.
Formas básicas de activismo como las protestas pacíficas y el coreo de consignas implican ahora el riesgo de acabar en la cárcel. Medios de comunicación que denunciaron la situación se vieron obligados a cerrar, numerosos grupos de la sociedad civil han quedado desmantelados y el Parlamento de la ciudad se ha quedado sin diputados de la oposición.
Este tenso escenario ha llevado a un número creciente de hongkoneses a dejar su ciudad desde el 2020.
Las cenas de despedida para amigos y parientes que se van se han convertido en algo habitual en los calendarios de los habitantes de la excolonia y los estudiantes se han acostumbrado a llegar a clase y descubrir que algún compañero, otro más, se marchó sin despedirse.
“Las noticias dicen que unos 8,000 niños se han marchado, y eso da una media de unos 30 estudiantes por escuela. En la mía, más de 20 se han ido en el último año”, declaró una profesora que pidió no ser identificada.
La educadora afirmó que muchas de las personas que se marchan lo hacen empujadas por la preocupación sobre el futuro de sus hijos.
“Aquí hay cada vez menos libertad. En el pasado no temíamos criticar al Gobierno, pero ahora ya no sabes dónde está la línea entre la crítica y la subversión. Los padres no sienten confianza en el futuro”, opinó.
La disponibilidad de oportunidades es también un incentivo para quienes quieren dejar su ciudad, ya que desde la promulgación de la Ley de Seguridad Nacional, países occidentales como el Reino Unido, Canadá y Australia ofrecen facilidades migratorias a los hongkoneses dados sus perfiles profesionales de alto nivel y sus recursos económicos.
La organización Hong Kong Watch, con sede en el Reino Unido, promovió este mes entre parlamentarios canadienses una propuesta para facilitar que activistas, participantes en las protestas y periodistas, entre otros, pudieran obtener un permiso de trabajo en ese país.
Así las cosas, la fuga de talentos se ha convertido en una nueva preocupación en la excolonia, aunque aún hay quienes deciden quedarse.
Así lo resumió Max, un galardonado guionista de mediana edad: “muchos hongkoneses temen perder este barco y se van porque ven a otros hacerlo. Me pregunto cómo se sentirán los prisioneros políticos viendo esto. Mi conciencia no me permite marcharme”.