Los cortes eléctricos, uno de los factores que atizaron el descontento social el año pasado en Cuba, vuelven a repetirse en la isla en la antesala de los meses más cálidos del año, los de mayor demanda.
Expertos consultados por Efe consideran que esta cuestión, junto a otras causas detrás de las manifestaciones antigubernamentales del 11 de julio del 2021, sigue sin resolverse y es un factor de riesgo político.
El último miércoles estaban planeadas “interrupciones” en 10 de los 15 municipios de La Habana, según informó la empresa eléctrica de la capital, programadas entre las 8:00 y 16:00 hora local.
La situación no es nueva. En los últimos 11 meses, la Unión Eléctrica (UNE) ha notificado más de 300 afectaciones, por averías o tareas de mantenimiento, en muchas de las 13 centrales termoeléctricas cubanas (ocho terrestres y cinco flotantes).
Los problemas se deben principalmente a que el sistema de producción está al límite de su vida útil y sin de mantenimiento por los problemas económicos del país fruto de las sanciones estadounidenses y de los fallos en la gestión nacional.
A mediados de marzo, por ejemplo, la central occidental Antonio Guiteras, la mayor termoeléctrica del país, quedó fuera de servicio debido a la avería en una caldera una semana después de un parón planificado para darle mantenimiento.
Esa misma central volvió a fallar de forma “imprevista” el pasado 16 de abril, y retomó su funcionamiento cinco días después.
En esos días en la provincia de Matanzas y regiones colindantes se programaron apagones rotatorios de tres horas durante varias jornadas seguidas. En la adyacente La Habana hubo cortes por “mantenimiento” en seis de sus quince municipios.
La UNE también informó de al menos siete centrales más que quedaron temporalmente fuera de servicio durante el pasado mes, algunas de las cuales tenían prevista una revisión de cara a la temporada estival, de mayor demanda energética por el uso de los aires acondicionados.
La chispa del malestar
Los expertos apuntan que los cortes en el suministro fueron una de las razones que llevaron a los cubanos a protestar en las marchas antigubernamentales de julio pasado, junto con la crisis sanitaria por el COVID-19 y la carestía de productos básicos, como alimentos y medicinas.
De hecho, las protestas del 11 de julio comenzaron en Santiago de los Baños (occidente) durante un apagón.
La socióloga cubana Diosnara Ortega, directora de la Escuela de Sociología de la chilena Universidad Católica Silva Henríquez y nacida en esa localidad, se mostró convencida del “impacto” que tienen los apagones en el descontento.
“Cuando se produce un corte eléctrico, la vida se ve abocada a paralizarse”, explicó Ortega y añadió que esta “paralización obligada” afecta negativamente a “la experiencia” y “al marco de expectativas” de la gente.
Para Ted Henken, profesor universitario en el Baruch College de Nueva York y experto en Cuba, la falta de soluciones a este y otros problemas clave en el ámbito socio-económico para los cubanos atiza el descontento.
“La base de las quejas no se ha solucionado, a mi juicio, en nada. Es posible, hasta probable, que pueda haber nuevas protestas”, argumentó.
Michael J. Bustamante, profesor asociado de Historia de la Universidad de Miami, agrega que, a diferencia del año pasado, cuando la isla se encontraba cerrada por las restricciones sanitarias, el malestar actualmente se está reflejando en la migración.
“Hay descontento, cuando lo analizamos en general, la migración cambia la dinámica de alguna manera”, añade Bustamante, quien además califica el éxodo de los últimos meses como una “válvula de escape”.
Según las autoridades migratorias estadounidenses, entre octubre y febrero ingresaron en Estados Unidos unos 47,331 migrantes cubanos, después de que solo en febrero llegasen a la frontera la cifra récord de 16,657.
Bustamente considera que la situación “está peor que hace un año” en cuestiones como el desabastecimiento y la pobreza energética, pero -como Henken- señala que otros factores, como el control de la pandemia, han apaciguado parcialmente la irritación social.
Soluciones para evitar cortes
Cuba depende en gran medida del petróleo extranjero para producir energía (las termoeléctricas generan dos tercios de la electricidad) y su principal proveedor, Venezuela, ha disminuido notablemente sus envíos.
El gobierno cubano aspira a reducir esta dependencia y cuenta con un plan para que en el 2030 el 37% de su mix energético (algo más de 3,500 megavatios) provenga de fuentes renovables.
Las repercusiones de los paros de las termoeléctricas no se limitan a los apagones. Cuando Antonio Guiteras quedó averiada en marzo, en La Habana y otros municipios colindantes comenzaron a verse largas colas para cargar gasolina. Pronto la situación repercutió en el transporte público.
La compañía estatal Unión Cuba-Petróleo (CUPET) explicó que el desabastecimiento estaba relacionado con un aumento de la demanda luego de cortes en el suministro y el consiguiente uso de plantas generadoras.
Desde el 2021 la isla ha recurrido a cinco centrales flotantes rentadas a una empresa turca para apoyar al anticuado sistema de producción eléctrica.
Bustamente considera que la llegada de las plantas flotantes -dos de ellas en los últimos meses- es muestra de que el “gobierno está al tanto de que (la electricidad) es una preocupación muy grande de la población y una fuente de mucho malestar”.