Ecuador está comenzando a vacunar a niños de tres años en adelante —es probable que continúen la campaña con niños aún más pequeños— y está flexibilizando las restricciones por COVID. Es un giro impresionante para un sistema de salud que estuvo tan desbordado al inicio de la pandemia que la gente, desesperada, tenía que abandonar en las aceras los cadáveres de sus seres queridos envueltos en plásticos.
Ximena Garzón, ministra de Salud y epidemióloga, anunció la semana pasada que el país está suavizando las restricciones gracias a la fuerte caída del número de casos. La ola de ómicron condujo a un pico récord en el recuento, pero retrocedió con la misma rapidez.
Para mi círculo de amigos y familiares, ómicron golpeó cerca de nosotros y con fuerza. Los casos varían desde asintomáticos hasta graves. Una tía que estaba en la tercera edad falleció justo cuando parecía estar recuperándose.
Los datos a lo largo de la pandemia muestran dos picos masivos que reflejan cómo el virus golpeó a Ecuador. En marzo del 2020, la cantidad de casos diagnosticados fue mínima a medida que la tasa de mortalidad se disparaba.
Entre los dos picos, la industria farmacéutica desarrolló vacunas y Ecuador eligió a un presidente de centro-derecha, Guillermo Lasso. El nuevo líder logró vacunar a la gente con el mismo sistema de salud pública que mostró una escandalosa negligencia y corrupción al inicio de la pandemia.
La capacidad de Lasso para obtener vacunas de China y países de Occidente y hacerlas llegar a la gente es una lección para otras naciones en desarrollo. Más del 75% de los 17.9 millones de habitantes del país están vacunados, desde sus grandes y bulliciosas ciudades hasta las aldeas remotas de los Andes y la selva amazónica.
El despliegue de la campaña de vacunación contrasta con otros esfuerzos del Gobierno durante la pandemia, que han sido fortuitos o incluso contradictorios. Una burocracia kafkiana estaba en pleno cuando la ministra de Educación, María Brown, viajó a Guayaquil para celebrar la reapertura de una escuela. El mismo día, Cynthia Viteri, la alcaldesa que fue noticia a nivel internacional por bloquear la pista del aeropuerto local con vehículos para evitar que llegara un vuelo desde Europa, ordenó su cierre.
La confusión y la contradicción en las medidas gubernamentales de control de infecciones no inspiraron confianza en la capacidad de Ecuador para proteger a sus ciudadanos. Eso, junto con el impacto de las muertes a principios de la pandemia, puede haber ayudado a aumentar la confianza en las vacunas contra el COVID.
La sensación de seguridad por la inmunización generalizada se ha traducido en menos restricciones de viaje. Los pasajeros aéreos que llegan ya no necesitan pruebas de PCR negativas siempre que estén completamente vacunados, y las fronteras con Colombia y Perú se han reabierto.
Ahora que la pandemia quizás se acerca a su fin, todo el país parece estar respirando un aire colectivo de alivio.